Adaptar sin pretensiones
[ por: Constanza Khamis ]
Hay que ser bastante osado o tenerse mucha fe para hacer una adaptación de La Odisea. No mucha gente se atreve adaptar un clásico. Pero éste es un caso especial, porque además de que los autores son los hermanos Coen, esta es una adaptación absolutamente libre. El Sur de Estados Unidos no se parece mucho a la Grecia de la antigüedad. Entonces aquí las cosas son distintas; el oráculo es un viejo ciego, las sirenas son lavanderas y el cíclope es un vendedor de biblias gordo y tuerto.
Pero básicamente es la misma historia: un hombre que se escapa de una prisión emprende un acontecido regreso a casa para reencontrarse con su mujer, Penélope, que también es muy distinta a la original. En esta historia ella no se sienta a tejer esperando que vuelva su marido. Simplemente se busca uno nuevo. Más aventuras para George Clooney, el Ulises del cuento, que tiene que recuperarla.
Everett Ulysses McGill (su nombre completo) no viaja solo. Lo acompañan otros dos prisioneros, a los que estaba encadenado. Entre los tres forman una dinámica muy graciosa. George Clooney lo hace bastante bien como Ulises del sur. Sin dejar de ser el galán (obsesionado con el gel para el pelo), logra ser un perfecto campesino y dejar en el olvido al doctor de la sala de Emergencias. Pete, compitiendo por el poder y Delmar como el ingenuo del grupo, completan el trío de fugitivos que van desde la cárcel a ser estrellas musicales, pasando por el KKK y robar bancos con Babyface Nelson.
Todo esto acompañado de una banda sonora muy acorde al lugar y a la época. Aunque más que banda sonora es casi un musical. Y en general no me gustan los musicales. Me molesta que la gente se ponga a cantar porque sí. Pero acá está todo bien contextualizado. La música aporta a la narración y no sale de la nada, ni tiene coreografías que inexplicablemente todos en la escena se saben.
A lo largo del viaje los tres convictos van pasando por distintas situaciones y conociendo a una serie de personajes que representan lo más profundo del sur norteamericano y de su época de crisis en los años 30. Estas aventuras no están unidas al azar. Cada una de ellas desencadena en la otra o aporta algo más adelante, haciendo que el viaje completo tenga sentido. Así vale la pena presenciar el paseo completo, y valorar la buena suerte de los tres ineptos personajes principales. Esa estupidez, que termina por ser tierna, finalmente es premiada.
Lo más rescatable, es que “Oh Brother..” es divertida para cualquier tipo de público. Aunque está basada en Homero, parta con citas invocando a las musas, está llena de reinterpretaciones de la historia de Estados Unidos y tenga incontables significados ocultos, no cae en pretensiones desagradables. Es posible seguirla y disfrutarla a pesar de no entender todo en su significado más profundo.
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