En una playa poco conocida, brutalmente soleada y de olas perfectas, en medio de ese infierno desértico llamado Australia, lleno de esa espantosa y mortal fauna, un viejo empresario y surfista mira el mar con una nostalgia que inunda sus ojos. Es también la mirada de una persona que va cuesta abajo: su divorcio, aunque él lo niegue tristemente, es inminente. Son los ojos de alguien está completamente convencido que ahí vivió, de niño y de adolescente, los mejores años de su vida.
Con ese sueño obsesivo anclado en su mente, El Surfista (Nicolas Cage), un gringo que está de vuelta en Australia después de muchos años, lleva a su hijo adolescente (Finn Little, de Yellowstone) a pasar una tarde corriendo olas y rememorando su perdida juventud. Entre sus planes está el recuperar la casa de su padre, que por fin está en el mercado, luego de un trágico episodio que dejo sin su abuelo a su hijo, antes que éste hubiera nacido. El Surfista quiere comprar esta casa a toda costa, mientras discute por teléfono con su contador. Esta casa idílica mira el mar desde un acantilado y es, realmente, el símbolo de que su vida puede dar una vuelta, podría recuperar y crear así nuevos tiempos felices.
Todo esto cae como sorpresa para el hijo adolescente del surfista, que francamente no se ve muy convencido de todo esto y que parece mucho más preocupado de haber perdido un día entero de clases -y ese reto que le va a llegar de su mamá- que de ir a surfear con su emocionado padre.
El personaje de Nicolas Cage está tan cerca de poder concretar la compra y volver a vivir en este paraíso, con su mirada perdida en este sueño.. que esto parecer haber infectado, como una plaga, toda su realidad: ¿quizás esta casa podría salvar su matrimonio?… ¿quizás su hijo podría hacer amigos como los que el hizo años atrás e incluso enamorarse en esas playas? ¿no podrá el vivir a través de su hijo nuevas aventuras? ¿quizás el joven surfista podría participar en la misma competencia local donde su padre destacaba?… sueños que se desvanecen de golpe, cuando en los primeros minutos de la película una banda local de surfistas lo agreden a el y a su hijo, mientras iban camino al agua y les dejan muy en claro que no van a entrar al mar, al menos no aquí:
Don’t live here, don’t surf here.
Locals only.
Pero si yo crecí aquí. No nos importa. Pero si quiero comprar esa casa en la orilla. No nos importa “mate”.
Locals only. Get the fuck out.
Comienza así una guerra obstinada entre nuestro protagonista y los surfistas, una que no va a detenerse hasta el último minuto de esta entretenidísima, angustiante y en partes psicodélica película, dirigida por Lorcan Finnegan. El Surfista es una pesadilla totalmente insolada y llena de dudas. Mientras más progresa vamos a cuestionarnos más todo lo que la película y El Surfista nos ha contado hasta ahora. ¿Es realmente un empresario? ¿Tiene verdaderamente el enorme capital necesario para comprar esta casa? Wait. ¿Tiene un hijo, tiene una familia? ¿No será que en verdad “El Surfista” es un vagabundo loco y paranoico que ha vivido hace años en un viejo auto abandona en el estacionamiento de esa playa, que tanto le obsesiona?. Nada más entretenido que un baño de paranoia y un protagonista en el que no puedes confiar.
Eat the rat!
Nicolas Cage aprieta todos las teclas de ese modo locura que tanto le gusta canalizar en personajes bizarros y tan bien elegidos, como varios del inicio de su carrera, pero especialmente de los de años recientes: su asesino creepy y casi extraterrestre de “Longlegs”, el ermitaño extremo de “Pig”, su drácula en “Renfield“, la psicósis total de su aburrido profesor en ”Dream Scenario” o la inolvidable híper violencia vengativa de “Mandy”.
El director irlandés Lorcan Finnegan vuelve a construir otra de esas pesadillas que tanto parecen gustarle, como las que nos mostró en la pesadilla suburbana de “Vivarium” y en el cortometraje “Foxes” (que pueden ver completo en el link que les dejo abajo en la descripción) pero esta vez con un actor protagónico especialista en conducirnos por un viaje delirante. The Surfer brilla cuando decide mostrarnos ese mundo sucio e insolado, con un baño playero asqueroso y una comunidad local perturbadora; algo que se aleja mucho de la preferencia clásica de las películas de suspenso por retratar las pesadillas siempre en las tinieblas. Este camino es más difícil y más entretenido porque ño macabro en lo cotidiano siempre será un poquito más interesante.
Suffer, Surfer, Suffer, Surfer!
Mención especial merece Julian McMahon -el actor que protagonizaba la serie Nip/Tuck y al villano Doctor Doom en la saga de Los Cuatros Fantásticos, veinte años atrás y al que no pude reconocer aquí- como “Scally” el gurú y líder de los surfistas australianos, un culto de Bros híper masculinos, místicos y violentos, “proveedores” que juegan a sus ritos mientras deciden quien merece surfear su amada playa.