Una película al día #125: “Tron: El Legado” (2010)

Guerra de unos y ceros

[ por: Andrés Daly ]

Antes que nada, no soy un fanático de la película original, Tron (1984). De hecho, he visto sólo breves fragmentos de ella, principalmente la secuencia de las motocicletas cyberneticas que dejan una estela de luz, que a pesar del ingenio del momento y un buen montaje, con el estado de los efectos especiales de hoy se parece a las imágenes de previsualización de los efectos visuales actuales: rudimentarios bosquejos en 3D que parecen hechos en poco más de media hora y que el director revisa antes de dar luz verde al trabajo final. Bueno, aún me quedan 375 películas por ver en Una película al día hasta el 8 de octubre de 2011 (serán un total de 500 películas, 450 de ellas en 450 días) así que quizás pueda darle un espacio a la original, en algún momento. Aunque me quedo con la idea de que la trama en ambas –según lo que me he informado- son igualmente crípticas en muchos sentidos, y no parecen ser relevantes en películas con objetivos más bien visuales. Con eso sobre la mesa, dejo en evidencia al menos para los verdaderos seguidores de la original, y que hayan tenido el infortunio de caer en este sitio web, que desconozco la mitología y otros detalles que puedo estar dejando pasar por alto. Paciencia para ustedes entonces, fanáticos de Tron.

Tron (1984). Jeff Bridges entonces…
…Jeff Bridges hoy, en el mismo personaje…
…y como un joven Clon de sí mismo.

Para el resto de los mortales la película original es, indudablemente, una de las piedras fundacionales del cine digital, la revolución que ILM consolidó en una seguidilla brillante de películas posteriores a esta, y de las que pueden conocer más en un documental estrenado este año. Tron representa los cimientos de un mundo nuevo, uno al que hoy nos hemos acostumbrado: Avatar (2010), Sin City (2005), Sky Captain and the World of Tomorrow (2004), Las tres precuelas de Star Wars (1999-2005), entre muchísimos otros ejemplos. Tron fue  la primera vez donde unos actores se pararon y se movieron, creíblemente al menos, en un mundo virtual, un espacio construído en el computador para ser visto dentro de la pantalla de cine. Veintiocho años después, inesperadamente, llegó una secuela a esa película fundacional.

No podía ser más apropiado, en papel al menos, que fuese el Arquitecto Joseph Kosinski quien se hiciera cargo de retomar este mundo virtual abandonado por tres décadas, y que lo rediseñara siguiendo sus matrices de líneas simples –en ambas películas líneas de luz en aristas y otros lugares de los objetos los definen y caracterizan- actualizara el diseño de sus vehículos, edificios, sus espacios interiores altamente tecnologizados, casi minimalistas, y expandiera la ciudad de la virtualidad, el mundo del videojuego/programa/fiesta electrónica Tron. Un arquitecto reconvertido en cineasta que comenzó su carrera renderizando edificios como tantos otros, que pasó rápidamente a la publicidad con mucho éxito y hoy debuta haciéndose cargo de un mito de los efectos visuales. No era tarea fácil.

¿Te recuerda esta fotografía algún lugar en especial?…
…es el Hotel Overlook (El Resplandor) de Stanley Kubrik, y no era una fotografía sino que su versión digital, en el espectacular comercial iSPEC de Kosinski. Míralo haciendo click en el link inferior (deberás esperar hasta que llegues al Hotel).

iSPEC video.

Uno de sus trabajos publicitarios, que evidencian sus estudios en Arquitectura. Kosinski ha trabajado para marcas como Hummer y Gears of War (XBOX).
Les Jummeles. Kosinski para Nike.

Tron: El Legado (Tron: Legacy) es cine como experiencia casi puramente sensorial/espacial, donde la historia es casi irrelevante lo que, como una moneda, tiene dos caras. Por un lado es visualmente espectacular, como lo fue probablemente la primera en su momento; es además auditivamente intensa, gracias a la música constante de Daft Punk, si bien la inspiración del duo electrónico en la música de Hans Zimmer y James Newton Howard de “Batman Begins” y “The Dark Knight” llega a ser por momentos un poco agotadora y contradictoria. Una película preocupada por la claridad de su diseño y la orientación dentro de sus espacios. Algo que es fundamental en escenas de acción bastante notables como la nueva persecución en las motocicletas cyberneticas (actualizadas), que ocurre realmente en tres dimensiones y en múltiples niveles. Sí, porque esta película además, adherida a la nueva moda Hollywoodense que regresa desde los 80’s y 50’s, esta hecha en 3D. Afortunadamente, es un verdadero 3D, juicioso y que puede entenderse, sin mareos ni fanfarronerías borrosas y oscuras como las de otras películas que buscan el dinero fácil, como lo fue la incomprensible por momentos Lucha de Titanes (2010) y la espantosa El Último Maestro del Aire (2010), con su oscuridad aberrante y un 3D como para quedar totalmente mareado.

Una habitación que imita en muchos aspectos a la del final de «2001: Odisea del Espacio» de Stanley Kubrik. La casa de Kevin Flynn.
Kosinski tiene un muy buen ojo para el diseño.
No todo es digital. Excelentes sets diseñados por Kosinski y su equipo de producción. Este es «El Club».
Olivia Wilde, Joseph Kosinski y Jeff Bridges en el interesante set del Club.

Sin embargo, por otro lado, la balanza entre el asalto audiovisual a los sentidos versus la vieja y querida narración que depende de tema, trama, personajes, etc. por el otro, se desequilibra peligrosamente casi durante todo el largometraje, aunque sin caer demasiado estrepitosamente, hacia el lado de este “asalto”. Por un lado, una historia básica de madurez y recuperación del padre ausente, por Sam Flynn (Garrett Hedlund), el millonario, joven y despreocupado pseudo huérfano de un importante programador desaparecido hace décadas y por otro lado la oposición del creador a la creación, por parte del Kevin Flynn (Jeff Bridges), el padre de Sam, que ha permanecido secuestrado en el mundo virtual de Tron, que el mismo creó, por el villano Clu (un Jeff Bridges digital), el clon con el que repartió sus habilidades casi divinas en este mundo. Su yang. El lado oscuro del hombre, representado por un Jeff Bridges 30 años menor, de forma digital, que es un ser bastante escalofriante, frío, casi sin emociones, como todos los personajes de las últimas tres y lamentables películas del ex-genial Robert Zemeckis (El Expreso Polar, Un cuento de Navidad, Beowulf). La diferencia es que aquí funciona, y es bueno que esta versión de Bridges se vea y se sienta exactamente así. Esta oposición creador/creación se extiende también a la relación padre/hijo, donde los métodos del viejo –el sabio Kevin- se oponen al del impetuoso y joven Sam que aprende rápidamente las reglas del mundo al que llega de improviso y en el que termina produciendo el caos.

Fantasías animadas en 3D.
Sam Flynn y las Space Bimbos (Barbarella para las nuevas generaciones).
Space Blonde
Space Oddity

Me encontraba un poco perdido observando los fantásticos espacios que rodeaban a estos personajes, de los que salen diálogos apenas básicos que mueven la simple trama y a la que en un punto me resigné a pedirle mucho (la lógica es lo de menos, hay tantas preguntas que mejor ni me meto ahí), sin más que hacer que abandonarme a la próxima escena de placer cinético como las motocicletas o las naves voladoras.  Cuando de pronto el personaje del que menos tenía expectativas, empezó a tomar un pequeño peso emocional del que nadie parecía querer hacerse cargo antes. Porque por suerte en Tron: Legacy existe Quorra (Olivia Wilde), un programa con forma humanoide –al igual que Clu y todos los otros personajes que se mueven en este mundo de chicos y chicas guapas en trajes de cuero apretados, luces de neon, frisbees destructivos, cascos de moto y el ambiente techno-cool-punk- que es la hija adoptada de Kevin en la virtualidad. Humanizada por su creador, padre y maestro, Quorra además de ser un programa especial, es más humana e interesante que el propio protagonista, el niño mimado que juega a ser adulto, o su propio padre, que en general es tan ausente. Extraño, por decir lo menos, que la representacion corpórea de un software sea quien conlleve mas peso emocional en varias de las escenas que los únicos dos humanos en el mundo de Tron y por extensión el largometraje.

Quorra y Sam, en un pasillo entre habitaciones en la casa de Kevin Flynn.
Quorra (Olivia Wilde).

Quorra, la hija sustituta, admiradora de un mundo que no conoce, amante de la literatura de Julio Verne y de todo lo que define al ser humano, permanece en un estado de asombro que parece ser contagioso en esta película que concluye su historia sin grandes sorpresas y con la satisfacción simple y aparente de haber continuado con exito la tradición de la anterior. Esta es, la de lograr un desafio tecnológico y de diseño monumental –bien cumplido- pero con una historia que queda bastante en deuda, confusa a ratos, simple en otros y okey en muchos. Pero el arquitecto Kosinski debe haberlo sabido: Quorra es la carta que le permitiria encontrar un atisbo de corazón dentro del juego, aunque no lo gane al final. Es el rostro de Quorra el que logra cerrar y dar verdadera emoción –humana- a un bonito momento cerca del final de la película antes que se cierren los créditos. Ojalá no pasen otros treinta años para volver a este mundo.

LesJummeles

GearsofWar

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