Dossier Francis Ford Coppola: El Padrino III

La delgada línea entre el bien y el mal

[ por: Micheell Toledo V. ]

Si las dos películas previas habían marcado la pauta de la familia, la última viene a reafirmar el concepto de humanidad y representación social que poseen cada uno de los integrantes del grupo de los Corleone. A pesar de haber sido realizada mucho tiempo después (siendo la más subvalorada de la saga), logra cerrar de manera magistral la vida de Michael, un hombre que vivió y murió protegiendo los ideales de su familia.

Desde el comienzo de la historia vemos como el Padrino ha escalado hasta las esferas más altas del poder, cuando es condecorado por el mismo Papa en el Vaticano. Ha vendido los casinos y su poder económico y político es insuperable; sólo le queda retirarse de los negocios. Pero un atentado contra su vida, que termina por exterminar a la gran mayoría de los “dones”, vuelve a introducirlo en la matanza, en la destrucción, siendo obligado a aceptar otra vez la delgada línea que divide los negocios de la familia. Esta vez con la ayuda de Vincent (su sobrino, hijo de Sonny), de Al Neri y Constanza (la hermana que tiene más influencia de lo que uno espera), logrando dirigir la soberanía de la estirpe, la supervivencia de los Corleone. Es interesante entender como el ciclo de vida se va cerrando a través de los recuerdos, de las nostalgias, del volver a Sicilia, el lugar de origen que respira cada una de las memorias mencionadas. Michael, después de estar a punto de morir se reencuentra con todo: con los hijos, con el amor de su vida, con sus raíces, con la familia, pero hay algo que ha venido arrastrando por siempre, y es su fulminante e interminable culpa: culpa por haber matado a muchas personas; culpa por haber arriesgado todo por su familia siendo ahora recriminado por ellos; culpa por haber ordenado matar a su hermano Fredo. Esto lo lleva por un camino de redención, de confesión con el próximo Papa del Vaticano, de perdón hacia Kay, tratando de enmendar su amor. Habla con su hija y su hijo, indicándoles que sólo quiere el bienestar para ellos, es un hombre que incansablemente en la posteridad de su vida busca la paz, pero sus enemigos no se lo permitirán.

Los intereses económicos y políticos trascienden cualquier escala de poder, traspasa fronteras y creencias: “El dinero es como un arma. La política es el gatillo. Sólo tienes que saber cuándo usarlo”, le dice Lucchetti a Vincenzo, cuando este comprende lo que eventualmente lo transformaría en el nuevo Padrino de los Corleone. Y es que ya nada importa entre el bienestar y el dolor, la paz y el terror, porque Michael tiene su destino sellado, porque no puede ser el ejecutor de tanta maldad sin ser castigado, porque no puede ser el mal aparentando ser el bien. Pero es la difusa línea que plantea la historia lo que finalmente nos hace identificarnos con Michael, porque entendemos que esa maldad no es gratuita, porque cualquiera de nosotros sería capaz de cometer las más adversas atrocidades con tal de proteger a nuestra familia, y lo entendemos, comprendemos su pensamiento, pero lamentablemente ha sido llevado a una posición en la que tendrá que perderlo todo, por el resguardo de la familia. En una memorable escena quedan plasmadas las consecuencias de su oscura y difícil vida, cuando el asesino Mosca mata a su hija frente a todos, y un grito ensordecedor estremece a todos alrededor de él, y a todos los espectadores, entendiendo que la redención no ha sido obtenida, comprendiendo que el castigo se ha impuesto y que no hay perdón que se sobreponga ante lo que Michael deseaba: morir en paz, sabiendo que las cosas terminaron funcionando bien. La paz no llega, sólo la soledad. El vacío de su existencia, de su aislamiento en una silla, sentado en Sicilia, donde inevitablemente llega su muerte en compañía de tan solo un cachorro que camina por ahí. La muerte es el final, pero el comienzo de su legado. Existe una difusa línea entre el bien y el mal, y Michael ha sido capaz de caminar en ella, pero no sin consecuencias.

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