[ por: Andrés Daly ]

Las buenas historias se esconden detrás de las mejores fotografias. No es nada nuevo. Es lo que ha hecho que algunas imágenes capturadas durante el siglo XX permanezcan grabadas a fuego, por décadas y generaciones, en nuestra memoria colectiva. Son inolvidables. Las reconocemos en fragmentos de segundo cuando las vemos en los medios, sobrepasaron largamente a sus autores y viven mas allá de su momento histórico o del objetivo por el que fueron capturadas en primer lugar. Viven una transformación, se convierten en iconos.

¿Qué saben de estilo? Este sí que es un FOTÓGRAFO.

Men at Lunch, del director irlandes Sean Ó Cuálain, explora la historia detrás de una de ellas, una fotografía que personalmente debo haber vista reproducida en decenas de restoranes de buena y mala muerte, en vitrinas, portadas de libros, de venta en locales, cunetas, ferias artesanales y puestos kitch, junto a ilustraciones de Humphrey Bogart jugando pool con James Dean y Marilyn Monroe tomando un milkshake con Elvis. La imagen de los hombres comiendo arriba de una viga, a 57 pisos de altura, es atribuida con algunas dudas a diferentes fotógrafos. Inusual, algo divertida y, por supuesto, rebosante de vértigo, cruzó las fronteras del país del norte para representar no solo la fuerza de la inmigración que dio forma a ese país -pues quienes se sientan en esa viga son obreros de la construcción irlandeses o hijos de irlandeses- sino que representa a todo un espectro de trabajadores, men at work, que no parecen no temerle a nada. ¿Están sentado almorzando o es un show postizo para la cámara? ¿es un montaje fotográfico?  y ¿quiénes son los hombres sentados en la viga?, son algunas de las preguntas que el documental intenta responder.

Con una narración quizás excesivamente formal, que no le permite explorar momentos mas emocionales que podrían haberse dado en las entrevistas con los descendientes de los hombres de la viga o con otros especialistas, Men at Lunch va investigando con oficio sobre el origen de la fotografía, su impacto e intenta revelar algunos de sus misterios. El mayor de ellos, para su director, parece ser la identidad de los anónimos hombres que se sientan en la famosa viga metálica.

Quizás no es tan importante realmente quiénes están sentados en ella -ni tampoco imbuir esta imagen en  el esperanzado nacionalismo de un inmigrante o «el espíritu americano»- pues ellos, finalmente, representan a otras decenas de miles de personas.

Son una pequeña muestra de una larga data de hombres que hicieron todo lo posible por sobrevivir en una nueva tierra: durante la construcción del actual Skyline de Nueva York, dice el film, se estima que cerca de 400 obreros murieron en un rango de tan solo 10 años.Nueva York: la ciudad donde se enfrentaron, diaria y frecuentemente a una fulminante muerte, a cambio de su sustento.