Magia, magia con George Lucas
[ por: Andrés Daly ]
Hace menos de un mes se estrenó este documental de la directora Leslie Iwerks, la misma detrás de cámaras de esa maravilla llamada “The Pixar Story” (2007), el sentido documental que narraba las peripecias de los hombres –sí, sus fundadores son un poco Club de Toby- que construyen la casa de Woody, Wall-E y el Señor Fredricksen: PIXAR. Esta vez, la mirada está en otro grupo de hombres -¿por qué esa obsesión nuestra, tan masculina, por la tecnología? ¿acaso todo comenzó con el arco y la flecha?- que crearon hace 33 años un palacio donde hoy se fabrican bellas mentiras: Industrial Light & Magic (ILM), la casa de efectos especiales probablemente más famosa de la historia del cine.
Herederos de Meliés, ILM nació por simple necesidad, culpa –y también bendición- de una sola película, que había sido escrita y sería dirigida por un entonces joven director de 33 años llamado George Lucas. “La Guerra de las Galaxias”, un sci-fi épico que homenajeaba con talento el cine de aventuras y las seriales de matiné de antaño, necesitaba de una gigantesca operación: un lugar que fabricara sus ambiciosos y específicos requisitos, que cristalizara sus sueños. Nueva y vieja tecnologia al servicio de una historia donde se necesitarían grandes esfuerzos de maquillaje, vestuario, eféctos ópticos, maquetas, dibujo y un sinfín de elementos que habría que inventar especialmente para poder narrarla.
El palacio que se construyó fue tan grande, que pronto su arquitecto y gobernador –Lucas parece hoy el alcalde de Lucasfilm & Skywalker Ranch, prácticamente un verdadero pueblo en California – se vio en la necesidad no sólo de continuar su opera pop basada en vieja mitología (si no viste las fotos detrás de la realización de la secuela, El Imperio Contraataca, aquí están) sino que de ponerla, además, al servicio de otros directores. Moverse o ver el elefante morir.
A mediados de los 80’s, las maquetas y la composición óptica empiezan a quedar atrás, cuando comienza la segunda revolución: la era digital. El documental registra los grandes hitos y las anécdotas de sus creadores, como el caballero de vitral de “El Joven Sherlock Holmes” (1985, Barry Levinson), el primer morphing de “Willow” (1988, Ron Howard), el tentáculo líquido de “El Secreto del Abismo” (1989, James Cameron), el hombre que parece hecho de mercurio o T-1000 de «Terminator 2: El Juicio Final» (1992, James Cameron) o los dinosaurios de «Jurassic Park» (1995, Steven Spielberg). Increíbles efectos pero que lamentablemente, comienzan a producirme un poco de lástima cuando veo los resultados directos –así como en “The Pixar Story” Lasseter y compañía lamentaban haber sido causantes, en cierta forma, de la muerte directa del dibujo a mano en la animación Disney- que son la desaparición cada vez más frecuente de los sets.
Sets: fantásticas construcciones reales, espacios diseñados para ser habitados y recorridos por personajes de carne y hueso e interpretados por la cámara –de las tres dimensiones a las dos dimensiones de la pantalla y de nuevo a las tres dimensiones en el cerebro del espectador- que hoy, al menos en este tipo de cine, y que en las grandes producciones de antaño eran frecuentes, están cada vez más cerca de la extinción. Gigantescos fondos azules y verdes, como se ven en las escalofriantes escenas de la realización de las precuelas de Star Wars en este documental, son los que los reemplazan. Espacios tan insípidas y fríos para este mundo digital, como lo fueron los resultados directamente proporcionales en cámara de las actuaciones de sus actores, con la poco inspirada dirección de Lucas. Poco me importa que Samuel L. Jackson defienda acérrimamente estos lugares de la nada, de la imaginación, pero es inevitable relacionar la languidez y estaticidad de muchas escenas de las precuelas –a las que no ayudan tampoco esos diálogos robóticos- que ocurren en estos sets azules, comparados con la energía que los actores aportaron en los sets reales en la trilogía anterior. Pero tampoco se puede ser tan drástico y es evidente que la tecnología digital en sets permite abaratar costos de situaciones imposibles de construir, innovar y crear lugares que sólo existen en la imaginación y experimentar con la cámara como nunca se ha hecho antes. También están ahí “Forrest Gump” (1992, Robert Zemeckis), “La Guerra de los Mundos” (2005, Steven Spielberg) y “Iron Man” (2008, Jon Favreau), entre muchos otros largometrajes, para probar que se puede hacer un cine dramático o de ciencia ficción, que efectivamente sepa colocar a los personajes y la historia por sobre un festival de efectos inanimado y sin mucho sentido.
Sinergia de mentes y esfuerzos en un momento preciso la de ILM a finales de los 70’s, que lograron un objetivo que parecía imposible y establecieron en el tiempo un equipo de trabajo fundamental, que Werks entrevista –hoy todos rondan los 50-60 años, Dennis Muren, Richard Edlund, John Lasseter (ahora PIXAR), John Knoll (sí, el creador de Photoshop), John Dystra, Jim Morris, clientes/creadores como Steven Spielberg y varios más- y que van narrando la historia de esta empresa, sus características y sueños.
P.D. La entonación en la narración esporádica de Tom Cruise en este documental -y el texto narrado- no parece ayudar mucho al objetivo de Werks y le impregna una solemnidad más cercana a un infomercial de la empresa, que a la cercanía de un gran desafío 100% humano, impreso en «The Pixar Story». Como para eliminar eso para una futura edición. / Próximos UPAD: Ya viene el Cine Negro!.
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