Le Havre

Cada escena; una secuencia de emociones, cada plano; un deleite visual, cada fotograma; una obra de arte.

por: Liss Fernández

 

“Le Havre”, película francesa filmada el 2011. Dirigida y escrita por Aki Kaurismäki, nos relata la historia de Marcel Marx (André Wilms), un humilde hombre que decide  ayudar a un niño inmigrante a huir del puerto de Le Havre para  encontrase con su madre en Londres. La historia es bastante sencilla y de pocos personajes, se desenvuelve en un pueblo que parece estar ajeno al mundo globalizado en el que vivimos, un lugar que pareciera pertenecer a otra época.

La película se desarrolla principalmente en la casa de Marcel, interiores y exteriores delicadamente trabajados, fondos celestes y grises que exaltan tanto a los objetos como a las vestimentas rojas y amarillas dispuestas de manera estratégica dentro del cuadro. Tonalidades inclinadas por el marrón son las que se aprecian con mayor prominencia durante todo el filme. En el Bar y en el hospital se trabaja bajo la misma premisa. Los exteriores, en general se presentan como días muy grises, contrastados con el azul del cielo y el mar, las tonalidades marrón de las antiguas construcciones que se contraponen a las fuerte paleta de colores en la vestimenta de los personajes suponen un juego visual que seduce al espectador y no permite que la vista tenga la opción de elegir qué mirar, nos atrapa y nos obliga a no dejar a los personajes solos ni por un minuto.

La luz se nos presenta de manera muy natural en los exteriores y un tanto teatral en interiores, a pesar de que siempre es justificada. Cada fotograma está compuesto por sombras diagonales en los fondos y luces puntuales en los personajes, dependiendo de la carga emotiva que tiene cada situación es cómo se manifiesta la luz en el rostro. Cada objeto dispuesto en la escena es iluminado de una manera diferente, es resaltado con luz, sombra y saturación. En general podemos apreciar de mañana y de tarde una leve inclinación hacia las tonalidades cálidas, un claro ejemplo de esto es la escena en la que vemos a Marcel en el puerto luego de haber pasado toda la noche en el hospital, le llega un contraluz lateral con una fuerte presencia cálida, a pesar de que es temprano, y en la naturaleza la luz de mañana es más fría, el director de fotografía nos transporta a un mundo más acogedor, la sensación de Marcel en ese momento es de preocupación, el entorno, su espacio, le hacen sentir mejor. Sin caer en la exageración, podemos ver las claras diferencias de piel en los personajes, Marcel de rasgos muy Europeos en contraste con el niño afroamericano presentan un exquisito reto fotográfico; iluminar a ambos personajes, sin perder detalle en sus rasgos físicos, es unos de los puntos mejor logrados desde la perspectiva visual, el niño siempre cabizbajo, ocultándose de la sociedad, sintiéndose culpable por no pertenecer al lugar en el que se encuentra, siempre está en niveles más bajos de luz, mientras que Marcel, un hombre entregado a la vida, que vive para trabajar y mantener feliz a su mujer, es alguien con más experiencia, corre riesgos y lo hace porque sabe que no tiene nada que perder, su situación es más clara, más madura, lo vemos siempre en niveles de luz más altos.

La composición de la imagen es otro punto a favor en este filme, los suaves movimientos de cámara nos presentan los espacios de una manera muy sutil. En general los personajes son posicionados en el centro del cuadro cuando se nos presentan en grupo, a diferencia de cuando están solos, que se ubican notoriamente en un costado del cuadro, la composición es bastante armónica, lo que permite una concentración absoluta en los acontecimientos. Planos generales nos presentan el puerto, primeros planos no más cerrados que el rostro completo nos presentan a los personajes; ni muy cerca, ni muy lejos, es la constante en esta película, la cámara nos guía hacia las situaciones sin inmiscuirse demasiado en ellas, es la actuación lo que nos acerca a los personajes y no los elementos técnicos.

Una poesía, un canto a la imagen, es lo que nos presenta Timo Salminen, el responsable de la fotografía de este filme, preocupado de cada detalle, pinta con luz y sombra, encuadra con la máxima pulcritud y convierte en imagen una encantadora película que nos narra una simple historia de amor y compasión en un mundo que se rige bajo normas morales y políticas que a veces no parecieran ser las correctas.