Contra la pared

La migración turca en Alemania, data de finales de los años 50 y principios de la década del 60, con una gran explosión durante la década del 70. Desde esa época Alemania ha convivido con esta colonia muy particular. De mayoría musulmana, los turcos migrantes en tierra teutona tienen esa tensión interna de: necesitar económicamente las posibilidades que les ofrece el país, versus aislarse de la posible influencia cultural nefasta que pueda tener Alemania, para sus tradiciones turcas.

Fatih Akin, turco alemán y además director de cine, ha ahondado en este fenómeno desde una manera muy particular. Contra la pared (Gengen die Wand, en alemán y Duvara Karşı en turco) su realización de 2004 aborda este tema, desde una manera bastante hilarante y tragicómica, nos sumerge en la complejidad de ser segunda generación de turcos en Alemania.

La historia es acerca de Cahit Tomruk, un tipo de 40 años autodestructivamente llevados (con abusos de droga y alcohol) que cuando está en el paroxismo de su mala vida, decide poner término a ella, estrellando su auto contra una pared en el trayecto a su casa. Dada lo espontánea de su conducta, no tiene éxito en su cometido, pero si se gana muchas magulladuras y una estadía en un moderno sanatorio mental alemán. Allí conoce a otra joven suicida, Sibel Güner, una veinteañera que llegó a ese lugar producto de un fallido suicidio cortándose las venas. Cuando Sibel se da cuenta que Cahit es turco, comienza directamente a acosarlo con una petición de matrimonio, que el huraño, violento y devastado Cahit en un principio rehúye, pero dada la suicida insistencia de la chica decide acceder, generándose una serie de peripecias y desencuentros.

Contra la pared –ganadora como mejor película del Festival de Berlín 2004- es un relato a dos tiempos muy precisos. Los primeros cuarenta minutos es una hilarante historia, dado lo borderline de sus protagonistas. Donde abundan los gritos, las sobrerreacciones y la tensión. Da la impresión de que la pareja formada por Sibel y Cahit terminaran matándose o matando a un tercero si es que se entromete.

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Sibel –interpretada por una novata, pero solvente Sibel Kekilli, que aparecería después en otras realizaciones alemanas- le deja muy en claro a Cahit porque se quiere casar con él: su motivación no es precisamente un fulminante amor, si no muy por el contrario, sus profundos deseos de libertad. Sibel, un personaje en la frontera -sicológica, por sus tendencias suicidas y cultural, al ser segunda generación de turcos en Alemania- sólo desea la libertad. Sobre todo la sexual. Dentro de su propia lectura de su cultura, casándose y después divorciándose, obtendría la tan ansiada libertad de vivir como le dé la gana.

Cahit –interpretado por un experimentado Birol Ünel, actor de cine y teatro- dada una profunda depresión incubada, que en el transcurso de la narración Akin devela como producto de una dolorosa viudez, se encuentra en un estado de inercia tan abismante, que el encuentro con Sibel, de manera inevitable, le devolverá algo de la vida que él consideraba perdida.

Sibel entonces -por oposición- en Cahit encuentra una especie de príncipe azul, que la puede sacar del encierro patriarcal en el que se encuentra. Y es eso lo que logra, casados y convertidos en compañeros de piso -en un barrio obrero de Berlín- y quedando el acuerdo de palabra suscrito, Sibel comienza sus nuevas aventuras sexuales, con la mayor de las felicidades y facilidades.

Es allí cuando la historia que nos presenta Akin comienza a entrar en una densidad emotiva distinta. Porque está claro: Sibel aborrece la falta de libertad que le da su cultura, pero es portadora de ella a pesar de sí misma. Y al entrar a la vida de Cahit, llega con sus atenciones, orden y comida a llenar los espacios emocionales estériles del cuarentón. Es por eso que no se juega con los símbolos, por que imprimen carácter, marcan otros estados de realidad. Y este es el caso, ya que lentamente la pareja comienza una especie de intimidad emocional, que no logra ser del todo sexual, ya que Sibel le explica a Cahit en el momento más álgido de su escarceo intimo: “…no puedo, si lo hacemos seré tu mujer y tu mi marido, ¿entiendes?…”. Y el marido- falso, casi verdadero-, en un acto de comprensión amorosa profunda, más que el hecho mismo, deja la intentona.

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Hasta aquí está desarrollada la primera parte de la película o como nos da la sensación: la primera película, la comedia de equivocaciones. Donde vemos a un Cahit muy confundido en la petición de mano de Sibel o ya casados, la cuasi pelea que tiene con su cuñado, por preguntarles a su grupo de amigos, por qué iban a los prostíbulos si podían tener sexualmente a sus esposas. Se despliega un Cahit igual de hibridado que Sibel y sus deseos de libertad. Hubiera sido muy simple dejar la película allí, en una feliz moraleja de “no se case por conveniencia, se puede enamorar” o redimir a tan alocados personajes por la gracia del amor romántico. Fatih Akin estructura entonces la tragedia que efectivamente se produce por un asesinato accidental. Uno de los amantes despechados de Sibel le reclama a Cahit y este le parte la cabeza con un elemento de vidrio lo que le provoca la muerte.

El dramatismo esta vez duele al espectador también, ya que era justo el momento en donde se estaban encontrando -finalmente como pareja- que se acaba de pronto y de manera terrible. En la cárcel, Sibel le promete a Cahit que lo esperara. Pero esta tragedia de carácter delictual enloda a todos, incluida Sibel. El escándalo de aparecer en los diarios le asegura una muerte social en su comunidad, pero también en el seno de su familia. Las imágenes de la quema de sus fotos por parte de su núcleo familiar son demoledoras. Entonces viene el exilio de Sibel, debe marchar y vuelve a Turquía a trabajar como mucama de un hotel internacional.

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Aquí comienza un lento camino autodestructivo para Sibel como lo fue también para Cahit, en donde se sumerge en tugurios de mala muerte donde hay mucho alcohol y drogas, rebajándose de la peor manera posible. Da la impresión que ella hace esa bajada a los infiernos de las experiencias límite, para poder parecerse al Cahit que ella conoció. Volviéndose casi un Cahit femenino, lo que nos recuerda a la heroína de Cumbres Borrascosas –Catherine- cuando declara: “Yo soy Heathcliff”-en alusión a su amado-, una asimilación absoluta con el amante.

En el punto más bajo de este descenso recibe una paliza de parte de unos hombres que la dan por muerta y es rescatada por un asustado taxista. Por su parte Cahit ya terminó de cumplir la condena y, después de enterarse que Sibel vive en Turquía, decide ir a visitarla. Un ajuste de cuentas emocional no de manera violenta, sino más bien con la intención de reconocerse en el devenir del mal paso que ambos dieron. El encuentro se logra, se reconocen, pero inevitablemente el tiempo ha pasado para ambos. Sibel, ya casada y con un hijo pequeño y Cahit aún más viejo que antes. Pero no todo es un marasmo sin sentido, el tiempo ha pasado es verdad, pero ambos tienen su cuota de ganancia. Para Sibel fue encontrar la estabilidad emocional en su país de origen y para Cahit que después de toda la travesía, sabe que gracias a Sibel volvió a estar vivo y puede retomar su existencia en un nuevo comienzo.

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Fatih Akin nos hace transitar por estos dos momentos dentro de la película de forma natural. Notamos los dos ambientes que tiene dentro el film, pero no sentimos como forzado el paso entre estos dos núcleos narrativos. Akin subdivide el film con unos trozos de una canción romántica turca que la toca y canta un conjunto instrumental. Enmarcando las partes dentro de este encuadre musical y haciendo un intertexto con el mismo. De esta manera comenzamos y terminamos la película con los sones de la banda.

Contra la pared, es un relato diverso donde se mezcla la Alemania actual, la vida de la comunidad turca allí y la hibridez cultural de muchos de sus miembros. Los individuos limítrofes en términos sicológicos, el amor y el desamor. El paso a la adultez y la elaboración del duelo entre muchos otros más. Y es Fatih Akin quien toma todos estos elementos y los trenza en una gran alfombra, que como espectadores contemplamos con gran avidez.