Dossier Francis Ford Coppola: The Rainmaker

La Justicia en mis Manos

[ por: Lisette Sobarzo ]

Basada en el popular Best Seller de John Grisham, The Rainmaker (1997) -o “Legítima Defensa” como se le conoce en varios países de habla hispana-, es de esas películas hechas sin muchas pretensiones que nunca fueron pensadas para encandilar a la audiencia cinéfila ni menos perdurar en la memoria cinematográfica de la producción americana. Luego de obras maestras como The Godfather (1972), The Conversation (1974), Apocalypse Now (1979), o Rumble Fish (1983), piezas que sin duda definen una primera etapa más autoral y libre de Coppola, The Rainmaker (1997) es una fiel representante de un segundo y aletargado momento creativo del realizador, definido por una serie de películas hechas “por encargo” de la industria hollywoodense en la década de los noventa que nunca le convencieron del todo, pero le permitieron saldar las deudas contraídas en la realización del musical One From The Heart (1982), un fiasco de audiencia que lo llevó a la quiebra con su estudio American Zoetrope.

Esta etapa al servicio de la industria mantuvo a Coppola por algo más de una década creando al límite de sus posibilidades, adaptando a medida guiones poco convincentes y sacando adelante películas que sin su talento innato habrán tenido un destino mucho más incierto. The Rainmaker (1997), a pesar de ser una obra representativa de este periodo y también una de las más desapercibidas del autor, es una pieza clave que pone punto final a este momento obligado lleno de (auto) imposiciones de la industria y a su vez también marca el inicio de una larga pausa creativa de diez años. Un gran vacío en la filmografía de un director que jamás volvería a retomar su inspiración de antaño que tanto extrañaríamos en sus obras posteriores; la ambiciosa Youth Without Youth (2007) y la autorreferente e insípida Tetro (2009).

Coppola logra extraer del Best Seller de Grisham ese “aire” de relato universal para crear un melodrama preciso, emocionante y bien equilibrado en su propuesta visual y tono dramático que se destaca también por las correctas interpretaciones del extenso elenco del cual supo sacar provecho durante todo el metraje. El clásico leit motiv del “héroe solitario que lucha contra el poder dominante” es abordado por Coppola con la sutileza de un artesano, en donde los personajes nos resultan cercanos y más aún, la batalla legal que emprende una familia pobre de Norteamérica en contra de una inescrupulosa aseguradora nos parece un reto posible porque, a fin de cuentas, esa utopía intrínseca en la trama ¿no ha sido acaso por siglos la espada de batalla de héroes, culturas y naciones?

 

Rudy y Bruiser Stone (Mickey Rourke)
Rudy y Deck Shifflet (Danny DeVito)

Rudy Baylor (Matt Damon) es un novato abogado recién salido de la escuela que por necesidad económica siempre se ha visto obligado a trabajar como mesero para costearse los estudios. De pronto se le presenta una oportunidad de trabajo junto a un viciado colega, Bruiser Stone (un escueto pero siempre elocuente Mickey Rourke), quien lo introducirá en la búsqueda de casos judiciales de los cuales sacar partido financiero. En el mismo buffet conoce a Deck Shifflet (Danny DeVito), personaje astuto y “abogado a medias” que nunca ha terminado de titularse y se convertirá en su principal compañero y consejero.

En esta búsqueda de causas legales que le permitan el sustento, Rudy se encontrará con tres situaciones que deberá representar en paralelo. La herencia de Miss Birdie (Teresa Wright), una anciana dudosamente adinerada que le arrienda una pieza en su terreno, el caso de violencia intrafamiliar que afecta a Kelly Riker (Claire Danes), una joven hospitalizada después de haber sido golpeada por su esposo con un bate de béisbol y el juicio de Donny Ray (Johnny Whitworth), un joven que está muriendo de leucemia a quien la aseguradora Great Benefit ignora negándole reiteradamente la respectiva ayuda económica.

La sutileza con la que Coppola aborda todo el tema judicial es impecable. Siempre con cierto desencanto latente de este sistema legal corrupto, logra plasmar en el personaje de Rudy Baylor la voz de los eternos postergados, los perdedores que aún sabiendo su condición adversa no temen enfrentar a los grandes monstruos del poder y más aún desde esa posición en desventaja que trasuntan, no abandonan su propósito por hacer valer sus derechos vulnerados. Rudy como abogado defensor de la familia Ray logra ir a juicio en contra de la aseguradora, la que evidentemente cuenta con versado equipo de abogados (liderados por un John Voight perfecto en su rol), y a primera vista su falta de experiencia le juega reiteradamente en contra, sin embargo, continúa la batalla con tenacidad abriendo los ojos a la realidad a la que estará expuesto diariamente no sólo como abogado, sino también como ciudadano.

Kelly (Claire Danes) y Rudy

En paralelo, el argumento también desarrolla el estrecho vínculo de Rudy con Kelly (Claire Danes), un joven violentada físicamente a quién protege y comienza a amar muy desinteresadamente. Acá el lente de Coppola deja de lado los recursos más sentimentalistas, tan oportunos de tomar en este tipo de historias, presentándonos la tragedia de una mujer desprotegida sumida en la desesperación de la forma más frontal posible, sin recovecos exagerados y con un enfoque realista que se agradece en las situaciones más dramáticas. Tanto Damon como Danes, ambos con menos de diez filmes en el cuerpo en aquellos años, desbordan buenas actuaciones, lo que también se observa en los personajes secundarios a cargo de Virginia Madsen como la empleada despedida de la compañía por manejar información comprometedora y el juez a cargo del caso judicial en manos de Danny Glover.

Con The Rainmaker (1997), Coppola cierra su etapa más condescendiente con la industria cinematográfica y no sólo eso, deja de dirigir por exactos diez años. Parece imposible no preguntarse por qué escogió la novela de Grisham entre muchos otros guiones para materializar la historia del papel a la pantalla grande. En una entrevista concedida hace algunos años a un diario argentino previo al rodaje de Tetro (2009), Coppola señaló:

“siempre he creído que si uno se dedica apasionadamente a su trabajo, éste modifica el porvenir. Cuando hice (…) Jardines de Piedra, un film que relata la pérdida de un hijo, el primer día de rodaje, mi hijo murió en un accidente. Finalmente, hice El poder de la Justicia, en la que un joven abogado demanda a una multinacional. ¿Qué me ocurre entonces? Gano mi juicio de 20 millones de dólares contra Warner Bros. por ruptura abusiva de contrato para una nueva versión de Pinocho”.

Es singular como en todo arte, el “hacedor de ficciones” a veces pasa a convertirse en “hacedor de realidades”. He ahí lo que quizás pretende dejarnos esta desapercibida “The Rainmaker”.

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