Kevin Spacey dirige su regreso – y mantiene el control de la narrativa

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Spacey en el Italian Global Series Festival

Kevin Spacey no comienza su discurso de agradecimiento por el Máximo Excellence Award en el Italian Global Series Festival en Rimini-Riccione con patetismo, sino con una escena que resulta casi poética: describe cómo recorre en bicicleta, desde el hotel, callejuelas estrechas, cruza el antiguo puente Tiberio y llega al cementerio donde está enterrado Federico Fellini. Allí, con la mano sobre la lápida, escucha a lo lejos pasar un tren. Y de repente, dice Spacey, recuerda una cita de Fellini: la vida es como un viaje en tren, lleno de desvíos, paradas y cambios de rumbo.

La introducción parece una escena sacada de un guion cuidadosamente compuesto: visualmente impactante, cargada de emoción, con un sentido de puesta en escena que combina lo calculado con lo artístico. Spacey no solo actúa, sino que dirige su propio relato. La escena no es solo un homenaje a Fellini; marca el inicio de un intento: ajustar su narrativa pública, tras años de silencio, en sus términos y con sus medios.

En el marco de una masterclass, cita a Shakespeare: «No es Hamlet con su famoso ‘Ser o no ser’ quien habla directamente al público, sino Ricardo, que mira al espectador y lo convierte en cómplice. Al principio, la gente piensa: ‘Este tipo es genial’. Y luego mata a los niños — y de repente te das cuenta: ‘Vaya, estábamos del lado de este hombre.’»

Kevin Spacey busca la cercanía con el público, pero no el arrepentimiento. Reflexiona —sobre el arte, la verdad, los personajes— sin hablar explícitamente de culpa. Quiere que el público empatice, no juzgue.

Kevin Spacey en House of Cards (2013-2018), serie fundacional de Netflix de la que fue expulsado en 2017.

La amistad como ancla y superficie de proyección

Como contraste con su caída pública, Spacey usa una pérdida personal: la muerte de su amigo de toda la vida, Val Kilmer. Se conocían desde la escuela en Chatsworth y estudiaron juntos en Juilliard. Para Spacey, Kilmer representaba algo que en los últimos años se le había escapado: confianza, constancia. En una industria volátil, esos lazos son raros y más valiosos cuando se mantienen mientras otros se alejan.

Spacey agradece a quienes «esperaron» y no a quienes «juzgaron apresuradamente». Dice haber aprendido a dejar que el público se acerque a él en vez de perseguirlo. A sus críticos, afirma, solo los encuentra en las redes. En cambio, sus seguidores lo ven en trenes o en hoteles — en la vida real.

«Nunca he conocido a ninguno personalmente», dice riendo. «Pero si lo hiciera, les diría: he aprendido a no dar por sentado ni un segundo de la vida. Soy bendecido por poder hacer lo que amo.»

Spacey en el Italian Global Series Festival

Entre el escenario y el espejo

A jóvenes actores y actrices les aconseja: no persigan la fama, sino la verdad. La fama no es una puerta, sino un espejo — peligroso, porque no solo muestra quién eres, sino quién creen los demás que eres. Y es fácil comenzar a corresponder a esa imagen.

«Mi tarea es mostrar al espectador el espejo de la vida. Mi proceso personal ocurre en privado.»

Spacey habla de personajes, procesos, del acto de actuar como búsqueda de la verdad. No hay que juzgar a los personajes, dice, hay que vivirlos — incluso con sus contradicciones. En ellas reside su profundidad.

Cada personaje cree tener la razón. Incluso el villano.

Y: los grandes roles no son héroes o villanos unidimensionales. Viven de sus fracturas internas.

La cámara exige honestidad. En el escenario proyectamos, en el cine revelamos.

Kevin Spacey en Baby Driver (2017, Edgar Wright) una de las últimas películas que co protagonizó en Hollywood, antes del escándalo.

El arte del silencio

Una de las frases más reveladoras la dice de pasada. Spacey cuenta un proyecto de película donde tuvo que convencer a Danny DeVito de aceptar un papel justo antes de comenzar el rodaje con una pequeña mentira. Es una anécdota sobre improvisación, gestión de crisis y control. La metáfora es clara: Spacey también tuvo que dirigir su vida cuando su papel principal — el de estrella de Hollywood celebrada — estuvo a punto de romperse.

Sus palabras: «Esto es solo un ejemplo de lo loco que puede volverse todo, y está bien mentir de vez en cuando.»

La mentira aquí no es presentada como un fracaso moral, sino como una herramienta legítima de dirección creativa.

Habla de resiliencia, adaptabilidad, la capacidad de dirigir incluso bajo presión. Y cuando dice que para él el mayor cumplido es que la gente lo reconozca por sus papeles — no por su vida privada — también es un retiro estratégico detrás del arte.

Esta postura es inteligente. Y cómoda. Porque quien vive en sus roles no tiene que justificarse como persona. Quien busca la verdad en el escenario puede evitar el debate moral detrás del telón — sin quedarse en silencio.

Quizás lo más revelador sea lo que queda sin decir. Spacey habla mucho, pero no sobre las acusaciones que detonaron su caída. No hay confesiones ni defensas — solo una escena cuidadosamente montada bajo las luces del escenario: un monólogo sobre la redención, el arte como vía de escape, lo indecible entre palabras.

Al preguntarle qué papel le gustaría interpretar hoy responde: «Me interesan las historias sobre redención, silencio y supervivencia — y el espacio que existe entre esas palabras. Siento que puedo interpretar personajes con una profundidad que no tenía hace siete años.»

Kevin Spacey no regresa arrepentido. Regresa calculadamente — y conoce bien los mecanismos del escenario.

Eso se nota también cuando le preguntan qué consejo daría a Donald Trump — como alguien que fue presidente, aunque solo de manera ficticia. Su respuesta es breve y precisa:

El poder gira solo en torno a la percepción. Y la percepción dura solo mientras la gente la permita.

Esta frase funciona como una lupa — una lección sobre impacto y control. Quizás esa sea la verdad que hoy mueve a Spacey: no tanto el deseo de rehabilitación, sino la voluntad de recuperar el control de la narrativa. Sobre sí mismo. Sobre lo que fue. Y sobre lo que aún puede venir.