Prisoners

Cuestiones de perspectiva

Se acaba el año y comienzan a armarse los listados con lo mejor que pasó por multisalas estos últimos 12 meses. Curioso ejercicio para estos tiempos, en que gran parte de la masa de otrora asistentes al cine cambió la pantalla grande por la proyección casera y/o portátil, decidiendo por su cuenta qué ver o no ver desde la comodidad de su sillón. Aunque siempre existen excepciones a la regla y PRISONERS se anota probablemente como la última película de este 2013 digna de visionar en salas. Digo quizás porque falta que esta semana se estrene Blue Jasmine de Woody Allen, cinta aún no pirateable y que le ha significado al director neoyorquino las mejores críticas en años.

Dirigida por el premiado realizador canadiense Denis Villeneuve (director de la estupenda Incendies), PRISONERS se enmarca en los cánones del policial clásico. Ambientado en un invernal suburbio en Pensilvania y con un caso de secuestro infantil como centro de atención ocurrido en un día de acción de gracias, el filme avanza minuciosamente en la medida que se van revelando nuevos indicios sobre la desaparición en cuestión. Ayudan a este progreso las indagaciones que realiza David Loki, el detective de rigor (un formidable Jake Gyllenhaal), quien rápidamente da con un posible responsable de la sustracción. Pero la falta de pruebas incriminatorias obliga a la liberación del único sospechoso (Paul Dano). Y es aquí donde el género da un vuelco, puesto que el padre de una de las víctimas, Keller Dover (Hugh Jackman), decide asir la justicia y encontrar respuestas por su cuenta, secuestrando al inculpado recién absuelto.

Desde este punto el relato se convierte en un intenso thriller donde la narración corre en carriles paralelos. Por un lado, la historia sigue su curso investigativo en razón a las nuevas pesquisas reunidas por el equipo encabezado por Loki; por el otro, adquiere tintes metafísicos, luego que el padre, ahora raptor, deba enfrentar la disyuntiva moral de cuán lejos está dispuesto a llegar para proteger a su familia. Ambas aristas por momentos se cruzan e intersectan en instantes de alta tensión dramática. Y son aquellos trazados los que van encerrando a los dos protagonistas en una celda de inoperancia y frustración, estrictamente profesional para uno, ética y conyugal para el otro.

Provisto de una omnipresencia siempre en progreso, parte de la gracia de PRISONERS es permitirle al espectador sacar conjeturas sobre la resolución final en la medida de qué punto de vista opte por asimilar. Si es de la escuela racional, será partidario de seguir las cautelosas pistas de Loki. De lo contario, el instinto lo guiará hacia los arrebatos intuitivos de Keller. En cualquier caso, será el complemento de perspectivas la clave para resolver el crimen. Una técnica narrativa que Villeneuve viene utilizando acertadamente desde sus primeros largometrajes (en Maelström abordó un atropello desde distintas miradas y en Polytechnique filmó un tiroteo universitario bajo diferentes prismas) y que en conjunto con las magistrales elipsis presentes en Incendies lo alzan como un cineasta para tener en la mira.

Con un tono lúgubre y enigmático que recuerda por instantes a Río Místico, PRISONERS destaca por un relato cautivador en su forma y un competente reparto de actores idóneos a la hora de desviar el misterio hacia lugares insospechados. Pero es acaso la infame actualidad de su temática el factor que se roba la película. Porque hoy por hoy es cuestión de levantar una piedra para encontrar a un infante cautivo. Los recientes casos de Amstetten y Cleveland lo corroboran. El problema es que averiguar sus paraderos toma mucho más que dos horas y media. Y las sospechas y pálpitos pocas veces derivan en desenlaces. Porque aunque pase en las películas, no siempre pasa en la vida real.