El Amanecer del Planeta de los Simios

En Estados Unidos, y tan solo en una semana, El amanecer del planeta de los simios desbancó del primer puesto en la taquilla, ni más ni menos que a Transformers 4: La era de la extinción de Michael Bay. Con un total de 73 millones de dólares -en su primer fin de semana- ha superado también a su homóloga predecesora El origen del planeta de los simios (Rupert Wyatt, 2011) que consiguió recaudar 54,8 millones de dólares, unas cifras que -sin lugar a dudas- sirven para certificar que el futuro de la saga está asegurado.

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Mucho se ha dicho ya de la historia que escribiera en 1953 el novelista francés Pierre Boulle. Y es que, en aquella novela, el acierto de crear una historia de aventuras a la par que filosofar e hipotetizar acerca del posible origen y final de nuestra raza, fueron sin duda, algunos de los factores más determinantes de su rotundo éxito. Precedida por la decepcionante versión que rodó Tim Burton en el año 2001 y la más que aceptable propuesta de Rupert Wyatt en 2011, llega a las pantallas una nueva entrega rodada por el cineasta Matt Reeves, -responsable de cintas como Cloverfield (2008) o Let me in (2010)- un remake de El origen del planeta de los simios que resulta ser bastante digno y entretenido.

Matt Reeves es un director de cine, guionista y productor estadounidense, a los ocho años de edad ya rodaba sus propias películas con amigos, y a los trece, conoció a J.J.Abrams, con quien entabló cierta amistad y colaboró en pequeños proyectos que eran emitidos en América a través de un canal público de televisión por cable.

La ciudad abandonada: arte conceptual para el filme
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El amanecer del planeta de los simios, narra la historia de una comunidad de simios inteligentes, muy desarrollados genéticamente debido a un experimento humano que pretendía luchar contra el alzhéimer. A raíz de aquel experimento, un potente virus desencadenó la llamada “gripe de los simios”, una pandemia que asoló el planeta por completo. La incomprensión humana culpó a los simios de su desgracia y se produjo una guerra. Diez años después, una comunidad de simios supervivientes liderados por César, vive apartada en los bosques de Muir, allí han permanecido para tratar de vivir en paz, una paz que irremediablemente se truncará nuevamente con la llegada del ser humano a sus tierras.

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Para abordar un argumento así, Reeves se vale de innumerables efectos digitales, unos efectos que, si bien dotan de una expresividad encomiable a las criaturas, mantiene siempre presente un aura de cine fantástico que prohíbe al espectador la sensación de realismo. Como cinta de aventuras y entretenimiento, funciona perfectamente, no aburre en sus más de dos horas de metraje, incluso retrata y critica el aspecto violento de nuestra especie, pero dista mucho de ser una obra maestra, no es redonda, le falta ambición y en algunos pasajes, el guión es un tanto previsible.

La música creada por Michael Giacchino, ganador del Oscar a la mejor banda sonora en 2010 por la película Up, tiene la virtud de acompañar a la perfección las imágenes, subraya, dinamiza y enfatiza las escenas con bastante acierto, pero no crea inquietud como hiciese Jerry Goldsmith en El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968), no toma especial importancia en el devenir del relato; la partitura de Giacchino, muy orquestal y sobria, a pesar de no trascender melódicamente en el espectador, podemos decir que funciona.

Si suprimiésemos las escenas de batalla de esta película, al contrario de otras películas de su índole, sí quedarían algunas escenas interesantes, como por ejemplo: la muerte de Ash, el simio que se niega a obedecer a Koba, el sentimental nacimiento del hijo de César o el simio Maurice aprendiendo a leer. Como también, dejando de lado la dimensión bélica y aventurera, la película dispone de sendos mensajes subliminales que no pasan desapercibidos, como por ejemplo: la imposibilidad de gobernar con el consenso de todos, el imperativo del poder del más fuerte, la traición, la tergiversación de la información para manipular a las masas; digamos, que contiene un tratado político moderno en toda regla.

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El actor Andy Serkis, -para muchos, casi una leyenda- encarna a César, el caudillo de los simios, y a diferencia, por ejemplo, de Gary Oldman, quien por desgracia tiene un personaje insustancial, dota a su personaje de una humanidad y sensibilidad que sorprenden si hablamos de un animal, por muy inteligente que éste sea. Sus frases en la película, son meditadas, las típicas sentencias de los sabios, los jefes de tribus, y en la consecución de los hechos conflictivos entre los humanos y los simios, pronuncia su equivocación al pensar que ambas razas podían ser distintas, y por desgracia se convence de que el poder, la ambición o la violencia, están inscritas en la condición de los seres vivos a pesar de las virtudes.

Si la teoría sobre las especies, abanderada por Charles Darwin, es cierta, no solo el argumento de la película, sino el de toda la saga, cumple la inferencia anunciada en su tesis, la encarnizada lucha por la supervivencia; ambas especies pretenden dominarse la una a la otra, quizá cabe en sus esperanzas convivir pacíficamente, pero tarde o temprano encuentran un motivo para odiarse y luchar. Sin duda alguna, el primer capítulo de la saga sigue siendo insuperable, para la posteridad quedará aquella paradoja temporal planteada en la que el ser humano es sometido por un especie -en teoría, animal y menos desarrollada- y se intercambian los roles en una puesta en escena apocalíptica, hombres enjaulados, la supremacía de los simios. Por no hablar de uno de los finales de cine más icónicos de la historia, el fragmento de la estatua de la libertad aparecida en una playa. La tercera parte de la saga está prevista para 2016, y por lo que se sabe, el mismo director será el responsable. La película de Reeves no alcance tales cotas, sin embargo sigue siendo de visionado recomendable, más todavía si enjuiciamos la calidad de los actuales blockbuster veraniegos.