Con Dead Man’s Wire (2025), Gus Van Sant, galardonado con el Premio Campari Passion for Film en Venecia, cuenta una historia de true crime inquietantemente actual. En el centro está Bill Skarsgård como Tony Kiritsis, un hombre que se siente abandonado por bancos, abogados e instituciones. En su desesperación, toma un arma y secuestra al hijo (Dacre Montgomery) de uno de los responsables.
Bill Skarsgård sostiene la película con una intensidad febril. Interpreta a un hombre que oscila entre el orgullo herido, la ira contenida y una casi infantil necesidad de reconocimiento, siendo a la vez carismático y profundamente perturbador.
La película muestra cómo las personas que se sienten traicionadas están dispuestas a cruzar límites, sin ser plenamente conscientes de las consecuencias de sus acciones. El Dead Man’s Wire de Kiritsis, una construcción que vincula la vida y la muerte de manera inseparable. Además, se convierte en símbolo de este estado: cuando uno cae, caen todos. Es una imagen dramática de la situación límite en la que se encuentran quienes ya no ven salida.
Van Sant convierte el secuestro de 1977 en algo más que un drama de true crime. En un mundo donde la brecha entre ricos y pobres se ensancha cada vez más, la historia resulta inquietantemente contemporánea. La película muestra cómo la impotencia y la pérdida de confianza en las instituciones pueden empujar a las personas al límite. Al mismo tiempo, evidencia lo difícil que es otorgar simpatías claras cuando los roles de víctimas y perpetradores se invierten.

