Sentimental Value: arquitectura, memoria y herencias familiares

Sentimental Value (2025), de Joachim Trier, es una meditación delicada pero profunda sobre la arquitectura de las relaciones humanas. Lo que al principio parece un drama familiar clásico se transforma en una reflexión compleja sobre los espacios, las heridas y aquello que nos define.

En el centro de la historia está Gustav Borg (Stellan Skarsgård), un director envejecido que, tras la muerte de su exesposa, intenta reconectar con sus hijas distanciadas, Nora (Renate Reinsve) y Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas). La película evita los golpes dramáticos evidentes y propone, en cambio, un choque silencioso entre pasado y presente, donde los espacios hablan más que las palabras.

La casa se eleva a la categoría de protagonista: eje de la trama, archivo viviente de conflictos y deseos, testigo silencioso de la memoria familiar. Trier la representa como algo simultáneamente cambiante y estable: puertas que se abren y cierran como símbolos de cercanía y distancia, luz y sombra que alteran la percepción de seguridad, muebles que se reacomodan y recuerdos que resurgen. La casa, siempre orientadora, se convierte en un punto de referencia para los personajes frágiles que la habitan. Esta tensión entre permanencia y transformación articula el corazón de la película.

La dinámica familiar se trastoca con la llegada de una joven actriz estadounidense (Elle Fanning), elegida por Gustav para el papel principal en su nueva película, basada en la vida y muerte de su madre en esa casa. Para Nora, aunque ella misma había rechazado el papel, la elección supone una herida personal y un desafío a los valores familiares. Los espacios reaccionan: lo que antes irradiaba familiaridad parece ahora extraño, como si la arquitectura misma reflejara las fracturas afectivas.

Trier introduce una segunda capa mediante la estructura de cine dentro del cine. Gustav no es solo padre, sino también director de su propia historia familiar. La casa se convierte en un espacio de rodaje donde puesta en escena y realidad se confunden.

El título, Sentimental Value, anticipa esta ambivalencia: remite al valor emocional que atribuimos a objetos y lugares, pero contiene una ironía implícita: la sentimentalidad puede idealizar la memoria hasta convertirla en fachada.

La película muestra la fragilidad del valor afectivo de un lugar sin caer en la nostalgia. Su fuerza reside en la sutil interconexión de espacio, tiempo y emoción. Renate Reinsve y Stellan Skarsgård sostienen el drama con intensidad contenida, y cada mirada y gesto transmite tensiones no dichas.

Sentimental Value no se limita a la evocación sentimental, sino que revela cómo las construcciones frágiles de espacio, historia y emoción pueden sostener y quebrar al mismo tiempo. Una obra que resuena, recordándonos que la arquitectura es más que piedra y paredes: es el espejo donde se reflejan nuestras fracturas más íntimas.