¿Hasta dónde puede llegar la duda en la toma de decisiones políticas? con esta pregunta abrió sus puertas el Festival Internacional de Cine de Venecia, en su edición número 82. La Grazia de Paolo Sorrentino, inspirada en un gesto real del presidente Sergio Mattarella, pone en primer plano el peso de la duda.
En la película que vive de la fuerza de las imágenes, los gestos y el uso de una música inesperada, se entrelazan la dimensión política y jurídica de la eutanasia con los conflictos interiores de su protagonista.
La película habla del amor. No solo del amor inmediato, el que afecta a la historia, sino también del amor en un sentido más amplio: hacia la esposa, hacia la hija, hacia las instituciones, hacia la ley, incluso hacia una forma de hacer política que hoy parece anacrónica, una política ligada al ejercicio de la duda y de la responsabilidad.» – Paolo Sorrentino
El presidente, antiguo juez y encarnado por Toni Servillo, ganador de la Copa Volpi por su interpretación, no solo dirige el Estado; se enfrenta a preguntas que trascienden la política: cómo afrontar la vida, la muerte y la culpa moral.
Junto a su hija (Anna Ferzetti), también jueza y consejera, el presidente retrasa la firma de la ley sobre eutanasia y exige modificaciones sucesivas. Cada corrección parece un intento de aplazar lo irreversible. La ley refleja sus temores; está en el límite entre gracia y muerte, derecho y vida.
La dimensión jurídica, visible en dos procesos judiciales, se complementa con una confrontación privada del mismo tema. Ambos niveles plantean preguntas centrales para la sociedad: ¿Dónde termina la misericordia y dónde comienza el abuso? ¿Quién decide bajo qué condiciones la eutanasia es justificable?
Un hilo conductor adicional atraviesa el ámbito personal: la búsqueda del amante de su esposa fallecida convierte las preguntas abiertas sobre el acto de soltar en un conflicto íntimo, que profundiza la reflexión sobre la responsabilidad, la culpa y los límites éticos.
Finalmente, el encuentro con un Papa de apariencia moderna, pero de argumentos tradicionales no solo abre otra dimensión, sino que también ofrece una salida: la eutanasia deja de ser un simple asunto legal y se transforma en una reflexión sobre la vida, la libertad y la responsabilidad.