Marty

Es el año de 1955 y en plena era de las súper producciones estadounidenses -antes se les decía Film Mamut, por lo exuberante de sus presupuestos y su movilización de recursos- va a Cannes una modesta película, que se le podría considerar como uno de los muchos antecedentes del cine independiente, sobre todo si consideramos su bajo presupuesto. Si bien fue distribuida por la United Artists, no hay que olvidar que era la compañía que por excelencia cobijaba películas de autor, durante las primeras décadas del cine en los EE.UU. Marty, filmada en un sobrio blanco y negro, con un tema extremadamente cercano, en un barrio de inmigrantes italianos de la ciudad de Nueva York, con locaciones de fácil acceso y sin sonados artistas, le dobla la mano a toda la adversidad y se lleva ese año la tan valorada Palma de Oro a mejor película dentro del certamen.

M_2Con guión de Paddy Chayesfky y dirigida por Delbert Mann, Marty es un íntimo fresco en la vida de un carnicero italoamericano de la ciudad de Nueva York que pisa ya los 34 años en soltería -si bien eso se podría considerar en la actualidad un dato menor- para la época y además para su medio, con profunda influencia italiana, católica y pro familia, es una espina que debe sobrellevar. Con una mamma temperamental, con la cual vive, Marty tiene un malestar por su situación: es carnicero, sigue soltero y se considera muy poco agraciado, algo pasado de kilos y tímido.

El papel de este bonachón y sensible carnicero recae en el notable Ernest Borgnine, con una incombustible carrera de más de 60 años. Esta actuación le valió el Oscar a mejor actor, cuando en ese año peleaban por la estatuilla -nada menos que- James Dean, Frank Sinatra y Spencer Tracy. Borgnine, que le da vida a Marty Piletti, nos transmite durante el film esa frustración acumulada, por muchos rechazos en el plano amoroso y lo enfermo que está de su propia soledad, pero sin poder admitirlo del todo. A pesar de lo tosco que pudiera ser, Borgnine logra volverlo un personaje entrañable y muy cálido. Marty tiene un grupo de amigos que son parte de la vecindad y que están más o menos como él. La sensación de estar avanzando en círculos hacia ninguna parte se puede entender en esa frase que se repite varias veces durante la película:

ANGIE

¿Qué es lo que te gustaría hacer esta noche?

MARTY

 No sé. ¿Qué es lo que te gustaría  hacer esta noche?

Una rutina que se vuelve tediosa, un vacío que se torna existencial.

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Delbert Mann, con singular maestría, nos instala desde los primeros minutos en un Nueva York que nada tiene que ver con el glamour hollywodense. Con hábil mirada nos sitúa en un barrio trabajador, podría ser el Bronx u otro, en una eclosión de movimiento y vitalidad con fuertes tintes documentales. La zona del bar del barrio es un epicentro social importante. Nos muestra una fértil vida barrial, en donde todos son coterráneos y se conocen y frecuentan los mismos lugares. Haciéndonos testigos como espectadores de esa vida comunitaria. Cálidas son las escenas de Marty con Clara interpretada por una eficaz Betsy Blair, que para esa época trata de remontar una inactividad dentro de la industria cinematográfica norteamericana producto de la caza de brujas del Maccarthismo.

Clara es una timidísima profesora de química y biología que trabaja en un colegio de Brooklyn, y también carga con el estigma de sus solteros 29 años a cuestas. Una situación demodé en la actualidad, pero si nos dejamos permear por el contexto de mediados de los cincuenta, la película se nos ilumina de mucha profundidad. Y ahí está hábilmente Mann,  para ubicar a esta tímida pareja alrededor de los suburbios de la Gran Manzana, transmitiéndonos la cercanía y candidez de sus primeras caminatas, una vez que el  flirt algo enrevesado se produce.

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La trama se complica sin embargo. La madre de Marty -Teresa- tiene una hermana, Caterina, a la cual tiene que recibir en su casa, ya que es una complicación cohabitar con ella para la pareja compuesta por su sobrino y su sobrina política. Esta hermana pondrá la cuota de tensión en la madre del carnicero, ya que le hace ver de que si Marty logra establecer una relación más duradera con alguna chica y se casase, la única afectada seria ella, puesto que la harían moverse de su antiguo hogar por considerarlo viejo, a unos departamentos nuevos, pero no lo suficientemente grandes, lo que provocaría tensiones en la convivencia, al igual que pasó con Caterina. Vemos el caprichoso giro de la señora Piletti, de estar muy preocupada por la soledad de Marty, a no querer saber nada de la tímida joven que su hijo conoció. Para esto ocupa el caprichoso argumento de que no es italiana y que tiene estudios universitarios, lo que la hace demasiado independiente (con el segundo argumento no se puede evitar tener un poco de interferencia con la película, debemos nuevamente resituarnos, es 1955. Aunque si lo pensamos mejor, quizá no tanto: ¿Cuántas madres chilenas se preocupan si es que la pareja de sus hijos gana más dinero o tiene más grados académicos que él?). Piletti irremediablemente duda, pero la situación es bastante clara: sigue en su zona de confort hacia ningún lugar, o toma otro camino desconocido para él.

Recuperamos Marty -desde el olvido- para esta crítica de cine, porque justamente nos remite a zonas esenciales de la vida, cuando en la actualidad la cartelera está plagada de súper héroes que nada tienen que ver con nuestro día a día, Marty nos da un respiro y nos devuelve la fe en las historias sencillas que pueden ser comprendidas por una gran audiencia. Ya lo dice un refrán antiguo: “Habla de tu pueblo y hablarás del mundo.”

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