Dossier David Fincher: Fight Club

Fragmentos de una verdad

[ por: Micheell Toledo V. ]

A propósito de Fight Club, esta semana, previo a la escritura de este artículo, tuve dos conversaciones muy interesantes, que casualmente mi cabeza terminó por asociar a esta película. Por una parte, una interesante charla sobre lo que era la verdad, y cuál era la importancia de ésta para nosotros (verdad en tanto realidad, asociada a distintos términos de existencia empírica) y la percepción que tenemos a raíz de esto, ya que forma la manera en que podemos ver y pensar el “mundo” que nos rodea. Mientras que otro día caí en el tema de las distintas clasificaciones académicas de los estados psicológicos desde las distintas perspectivas de esta práctica, tanto del psicoanálisis, como de la psicología humanista, etc., lo que me permitió tener una mirada más clara sobre la trama principal de los personajes.

Es entonces cuando, dentro de estas distintas apreciaciones y visiones sobre variados temas, es que llego a reflexionar sobre “Fight Club”, y sin arrepentimiento alguno puedo decir que fácilmente está en mi lista de las 10 mejores películas de la historia del cine (aunque nunca he elaborado dicha lista, creo que si la hiciera, seguramente estaría ahí). Por lo tanto, este artículo está escrito desde una perspectiva poco objetiva (lo que tal vez podría hacerlo más efectivo) ya que no sólo es una mezcla de gusto estético por el cine, sino que un compartimiento ideológico, no sólo con David Fincher, sino que con Chuck, Jack, Tyler y Marla. Y es precisamente, desde el punto de vista de la verdad es que los hechos comienzan a concretizarse en este film. ¿Qué tan real puede ser el estado mental de Jack cuando lleva 6 meses sin dormir? ¿Cuál es la verdad que oculta al sentirse emocionalmente resuelto asistiendo a los grupos de terapia de enfermedades? ¿Cuál es su real necesidad de encararse a sí mismo por medio de la creación de un alter ego? Porque es la verdad como ruptura de una realidad concreta lo que lleva a Jack a entender una nueva parte del mundo, una nueva parte de sí mismo y una realidad superior, una realidad propia.

Una verdad que ha sido creada por el materialismo reinante de nuestra sociedad no es una realidad en sí, sino que una máscara que no nos permite adentrarnos dentro de un conocer superior y profundo. Ser esclavos del universo corporativo (Planeta Starbucks, Galaxia Microsoft), o ser adictos a nuestras necesidades de completar los espacios vacíos del hogar gracias al formato estándar de vida que nos vende Ikea; nada de eso es verdad. Lo único que puede ser verdad para Jack es su propio estado mental. Una conexión mucho más profunda con la realidad nace a partir de la versión femenina que él espera de sí mismo: Marla. Lo importante para entender la realidad de Jack es conocer la filosofía de Marla, como polo completamente opuesto, ella es una persona que simplemente no se preocupa de las cosas y es capaz de “dejar ir” cuando es necesario. O como dice nuestro héroe, la filosofía de Marla es que ella cree que puede morir en cualquier momento.  ¿No es esa una manera de aceptar una verdad y simplemente rechazar otra? Tal vez una verdad que creemos que debe ser, cuando apreciamos tanto la vida y la materialidad que gira en torno a ésta. Es cuando nos damos cuenta que la poca importancia que tiene la vida (en términos de fragilidad) te puede abrir nuevos caminos de comprender tu propia existencia.

Pequeños destellos ocultos. Fotogramas plasmados de dualidad. Tyler aparece en cuatro ocasiones como un flashazo de esquizofrenia. Y es esta ambigüedad mental y espiritual lo que transforma el camino del héroe en un viaje subconsciente (porque hay cosas que Jack no recuerda), por medio de su estado esquizoide, que debe calificarse como locura, generación de una realidad inexistente, de la cual acepta su postura verídica. Extraña definición en este caso particular, cuando la esquizofrenia te hace creer y observar verdades que no son. ¿Pero qué pasa cuando esas verdades son más reales que la verdad (mundo real) misma?

“Tus posesiones terminan por poseerte”.

Jack ha perdido todo. Su casa y su triste refrigerador repleto de condimentos (y nada de comida) han explotado en el aire. Una llamada desesperada al hombre que acaba de conocer hace unos momentos en el avión: Tyler. El hombre que nunca contesta el teléfono, quien se toma la vida tan a la ligera como Marla (y es raro pensar en los paralelos que se generan entre estos personajes para establecer al personaje de Carter como el objeto del deseo de Tyler/Jack) y es quien entiende el mundo de la manera en que Jack realmente debiera hacerlo. Norton le pide a Pitt alojamiento en su casa hasta que encuentra algo. Pitt le pide algo a cambio: que le pegue lo más fuerte que pueda. Es en este momento que la verdad de Jack se ve distorsionada. ¿Quién acepta la violencia de ésa manera? Como si de un juego se tratara. La catarsis física es una transferencia de un dolor emocional y mental. Las jugarretas de la imaginación, dirían algunos. Un par de puñetazos y el juego se hace costumbre. Pero no están solos. Lentamente Jack comienza a recordar a su animal de fuerza, quien le dice: “Deslízate”. Deja que las cosas sucedan, que fluyan y busquen su propio balance dentro del universo.

Es entonces cuando se crea el Club de la Pelea. Jack y Tyler se dan cuenta que no están solos. Que hay un grupo de gente que está dispuesta a realizar esa transición de dolores emocionales a dolores físicos, y con consecuencias tales como la adicción. Porque no simplemente es una adicción emocional, sino que ideológica. Hay un motivo detrás de la auto flagelación, del golpear al otro, de disfrutar del ritual de la lucha. Cada uno de los personajes de la película tiene su cuota de masoquismo y sadismo que los lleva a tratar de entender su realidad por medio del dolor. Marla es una esclava del dolor emocional. Una mujer desechable en términos sentimentales. Jack, en cambio, es un esclavo del sistema. Trabaja para una importante compañía automotriz que vende autos con fallas, provocando la muerte de muchas personas, pero sin ser capaces de correr con los gastos judiciales correspondientes, aplicando “la fórmula”. Estar atrapado en un sistema sin moral ni ética, donde la falsedad y el cinismo son parte del día a día dentro de nuestro querido estado civilizado, no es vida. El pelear si lo es. No sólo te recuerda que estás vivo, sino que despierta el lado más primitivo de Jack. La necesidad básica de vivir y luchar por un ideal, compartirlo, sufrirlo.

“Sin dolor o sin sacrificio no tendríamos nada”.

Jack es víctima de Tyler cuando decide quemarle la mano, porque es necesario que de una vez por todas sienta el dolor y lo enfrente. Es el miedo a lo que pueda pasar lo que ha paralizado a Jack toda su vida. Es hora de enfrentar el terror y el dolor. El Club de la Pelea es sólo un ritual de iniciación para lo que se viene. Porque ésta no es la verdad. La realidad se ha plasmado de una nueva forma. Una forma que no tiene contornos definidos aún, que para una mentalidad esquizoide están completamente delineados. Una necesidad de elevación de la ira y proyección de la misma para poder sentirse completo. Y a pesar de todo eso, el amor siempre está ahí. Marla es una necesidad para Tyler/Jack, porque representa todo lo que él quiere ser. Necesita de ella para poder estar completo y aceptar su dualidad como ser humano.

Es el dolor y la austeridad lo que es capaz de liberar de su yugo sistemático a Jack. El despojarse de “su verdad” y entender otra. El ritual ha terminado y es hora de acercarse a lo real. Cuando estás tan adentro de la mierda, ya no hay manera de salir de ésta.

Proyect Mayhem


You’re not your job.

You’re not how much money do you have in the bank.

You’re not the car you drive.

You’re not the contents in your wallet.

You’re not your fucking kakis.

You’re the all singing and dancing crap in the world.


Como decía anteriormente, “Fight Club” es sólo un preámbulo. Un ritual para despojarse de todo y entender una nueva verdad. Existe una necesidad intrínseca en cada uno de los personajes por destruir el mundo que conocen. Y para eso hay que entender que hay que perderlo todo.

“Sólo cuando perdemos todo somos verdaderamente libres”.

Cada uno de los integrantes del Proyecto Caos es igual que el otro. No son especiales. Son anónimos. En un mundo donde se pretende destruir el universo reinante no puede existir la jerarquía. Sólo la ideología. Y es cuando Tyler desaparece. Jack siente la ausencia de éste y pierde el control.

“Deja de controlar todo y abandónate”

Encontrar la verdad. El esquizofrénico (loco enciclopédico) ha encontrado dentro de su demencia su propia verdad. ¿Pero es una verdad tan personal? Claro que no. Es una realidad compartida. Su demencia lo ha llevado por un camino más real que la propia realidad. Una comprensión extraña que ha surgido del subconsciente, de las profundidades de la mente. ¿Y no será que todos, entonces, llevamos ese ser auto destructivo dentro de nosotros? ¿No hay cosas que simplemente nos gustaría romper? ¿O es que acaso nunca hemos imaginado golpear a otro, romper los vidrios de un auto o tratar de adivinar cómo sería la vida sin nosotros?

El Doppelganger ha aparecido y ahora todo está más claro. Una parte de la mente de Jack sigue luchando contra su dualidad. No quiere aceptar el hecho de que necesitó de otro (él mismo) para decodificar su realidad. Y como espectadores nos damos cuenta que hemos llegado al inicio. Sabemos el plan del proyecto Mayhem. Destruir todos los edificios donde se encuentran albergadas las empresas de las tarjetas de créditos, para que así todas las deudas queden en cero y el sistema económico sea un total caos. Con suficiente jabón se puede hacer cualquier tipo de explosivos. Jack no sólo está luchando contra un sistema, sino que consigo mismo. Tyler está esperando alegremente el fruto de tanto trabajo y dolor para sentirse regocijado con su mayor proyecto emblemático. Jack no quiere ser partícipe de la destrucción. Entonces, se dispara. La muerte de Tyler es la negación, por un lado, de su propia ambigüedad como ser humano. Pero lo que pasa es que no necesita ya de Tyler para poder seguir viviendo su vida. No sé dentro de qué sentido se podría decir que Jack está curado (porque finalmente Tyler ha logrado lo que siempre quizo), pero por otra parte cabe preguntarse ¿por qué no?

Y lo que pasa es que desde el inicio de la película escuchamos a Jack como espectadores sacando sus conclusiones sobre el largo viaje que acaba de vivir. Y es cuando se da cuenta que todas las bombas, la violencia, las balaceras se deben a una mujer: Marla. Jack acaba de entender que no es simplemente una cuestión de amor, es una cuestión de aceptar, aceptar a tu doble, a tu complemento. Es creer que la vida tiene desvaríos como equilibrios, y ha llegado finalmente el momento en que Jack ha logrado “deslizarse”, entender su lado animal, su lado primitivo y a la vez su lado más complejo. Posiblemente está en un punto de armonía, de equilibrio potencial donde ha aceptado su “verdad” y que ha decidido compartirla con la “verdad” de Marla. Finalmente, “Fight Club” trasciende un relato sobre la anarquía extrema, la destrucción del sistema, el dolor, la violencia, para hacerse cargo de una dualidad exacta, complementaria, tal cual lo es el amor. O por lo menos, alguna “verdad” de ésta.

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