Una película al día #159: “Cinemania” (2002)

Más grande que la vida misma

[ por: Andrés Daly ]

Decía así una antigua frase (Larger than life, en inglés) que utilizaban frecuentemente los departamentos de marketing de los estudios de cine de la época del Hollywood dorado, imprimiéndolo en cuanto afiche y fotografía que encontraban. Era el tiempo de los grandes espectáculos en Technicolor, Cinerama y tantas otras tecnologías que prometían, por fin, sacarte de tu aburrida realidad y llevarte a un glorioso mundo artificial: uno mucho mejor para tus ojos, oídos, mente y corazón. Al menos por dos horas.

What I do is that I go to see films everyday and I see one, two, three films a day. Ocassionally four, five…

¿Pero que pasa cuando la experiencia de ver cine no es aparentemente más grande que tu vida sino que ES, en sí misma, toda tu vida?. ¿Cómo un grupo de seres humanos prefieren realmente observar, estudiar, obsesionarse y adorar a otros y sus realidades de artificio a través de la pantalla, que vivir realmente la suya?. “Cinemania” es un documental al que llegué gracias a la crítica  que escribió Macarena Hernández en la muy recomendable Revista Sangría y, tengo que admitir, que inicialmente me dieron escalofríos. Quienes me han preguntado por este proyecto de quinientas películas, una al día –de la que esta es la algo rezagada #156- muy probablemente sienten la misma sensación cuando yo les explico que, a pesar de la vasta filmografía que ya ha pasado por mi ojos, siento la extraña urgencia (¿obsesiva?) de hacer esto. Mientras pronuncio palabras parecidas, me miran con el rostro ligeramente torcido y los ojos quizás demasiado abiertos.

The real question is how can i fit the maximum amount of films I want to see?

Pero hey, aclaremos algo. Desde este momento ya no me puedo considerar un cinéfilo, un cinemaníaco ni adjetivarme con ninguna palabra remotamente similar que tenga tintes de obsesión. Porque Jack, Bill, Harvey, Eric y Roberta están en una realidad que desconozco y que francamente asusta a casi cualquiera. Hasta a quienes amamos el cine. Pues ellos han adiestrado sus cuerpos para evitar interrumpir las funciones – que no son pocas, pues cada uno de ellos ve 600 a 1200 películas ¡al año!-, algunos acumulan todos sus talonarios de entrada a las salas, los vasos plásticos de los lobbys, los folletos y trípticos en torres de expresión compulsiva, en sus caóticos departamentos. Además, han eliminado por completo una vida laboral relevante, social, romántica y sexual, ya que palidecería tristemente en comparación al olimpo de seres y situaicones perfectas, un mundo que no se compara al de las estrellas inalcanzables que aman. Estas cinco personas respiran dentro del celuloide y la vida es lo que pasa afuera, cuando las salas cierran. La vida es, para bien o para mal, lo que les estorba entre función y función.

Film is a substitute of life… film is a form of living

Los directores Angela Christlieb y Stepehn Kijak demuestran bastante tino y simpatía por las personas que retratan y más que agudizar la distancia que ellos tienen con la realidad que nosotros conocemos –que un montaje perverso podría hacer- nos permiten empatizar ampliamente con todos ellos (en lo posible, pues Roberta prueba ser a veces un tanto huraña), tratando de acercarnos a sus manierismos, sus cábalas, sus exhibiciones de locura –uno de los personajes memoriza obsesivamente las duraciones ¡exactas! de las películas, otro anota absolutamente todo lo que ve, cuando y donde, en unas arrugadas hojas de papel-  y ellos, de vuelta, parecen percibir esto de los realizadores. Abren las puertas de los lugares privados que realmente no tienen una importancia mayor en sus vidas, más que ser  espacios dormitorios: desordenados y sucios, donde pernoctan esperando la siguiente función que ocurrirá en algunos minutos, en alguna parte de la ciudad de Nueva York.

Cuando llegue a la película #500 en octubre seguiré pensando, como ahora, que la vida es siempre más grande desde el lado externo de la pantalla que nos encandila.

Y si no es así, tienen mi permiso para esconderla.

P.D. Maldita sea, Maca, igual me provocaste pesadillas.

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