Una película al día #132: “La Fiesta Inolvidable” (1968)

Delirio en la arquitectura moderna

[ por: Andrés Daly ]

Dicen por ahí que cuando algo te hace reir, para nuestro misterioso cerebro es muy difícil de olvidar. Misma razón, entre muchas otras -algunos radicales sostienen que es la más importante- por la que muchos hombres y mujeres confiesan haberse enamorado de alguien. De esa persona que tiene la extraña y fantástica capacidad de hacerte reír regularmente, en el fondo, de hacerte disfrutar la vida más intensamente.

Por alguna razón, hubo un tiempo en que mi padre me hablaba de esta película regularmente. Quizás demasiado, como una especie de obsesión. Aún lo hace, esporádicamente menos mal. Cuando vi esta película dirigida por Blake Edwards, cansado quizás de tanta insistencia paternal hace unos 15 años, recuerdo haberla disfrutado. Sin embargo, vaya que tenía que vivir muchas cosas en esos tres lustros – como algunas mencionadas en el primer párrafo de este texto – para poder entender y reirme más, y mejor, con muchas situaciones de esta película. Claro que tampoco hace mal que hayan pasado por mis ojos en ese mismo lapso, algunas obras de dos genios de apellidos Tati y Chaplin.

Un guión mínimo -sólo 56 páginas- para una película filmada en apenas siete locaciones. Una de estas ocupa el 95% de toda la película, se filma casi en tiempo real, con mucha improvisación y es nada menos que el camino al delirio disfrazado de fiesta, inserta en una amplia vivienda moderna de dos pisos. Pero vamos en orden: la historia comienza en la primera locación, un paisaje semi desértico en algún lugar de los Estados Unidos, donde se intenta filmar una película histórica que simula ocurrir probablemente en algún lugar de la India. El rodaje es un fracaso gracias a nuestro protagonista, un actor traído especialmente desde Bollywood a Hollywood, llamado Hrundi V.Bakshi (Peter Sellers). Despedido del rodaje por haberlo arruinado en su totalidad –además casi es asesinado por el director- su nombre es colocado de inmediato en una lista negra para que nunca más consiga trabajo en la industria del cine norteamericana. Esto nos lleva a la segunda y tercera locación, “General Federal Studios”, un estudio de ficción en Hollywood que vemos primero desde afuera (con el clásico plano elevado de la entrada a los estudios, con una calle principal tras un arco y los galpones a ambos lados de la calle), donde el gordo studio boss, en el set que simula el interior de su oficina, contesta el teléfono y termina anotando por error al torpe protagonista en la lista de una fiesta VIP que ocurrirá esa noche ¡en su propia casa!.

Locación 1: EE.UU. como la India. Un rodaje en algún lugar cerca de Los Angeles.
Locación 2: Los estudios «General Federal».
Locación 3: Oficina del jefe de los estudios General Federal.
Locación 4: El lugar donde Bakshi se hospeda.
Locación 5: Exterior wrightiano de la vivienda Clutterbuck.
Locación 6: Interior y jardín de la vivienda Clutterbuck
Locación 7: Exterior edificio de departamentos donde vive Michele Monet.

La cuarta locación que acompaña los créditos –con probablemente la tipografía más hippie de la historia impresa sobre la imagen, junto con las exageraciones contemporáneas de Austin Powers, inspiradas en esta secuencia – es una pequeña habitación donde el desempleado Bakshi toca tranquilamente una citara, hasta que vemos caer detrás de él, por la apertura de la puerta, el sobre con la invitación a la fiesta en la casa del jefe del estudio que Bakshi esta arruinando. Entramos ahora en modo A Go-Go en el soundtrack, con la segunda parte de los créditos y llegamos rápidamente al exterior de la quinta locación, el acceso de la vivienda de los Clutterbuck, el lugar de la fiesta. La música da paso al tema principal de Henry Mancini y no saldremos del interior de la vivienda, la sexta y más importante locación, en realidad un elaborado set, hasta el final de la película con la séptima y última locación. Este último momento de la película ocurre en un amanecer a las afueras de un edificio de departamentos donde Bakshi se despide de Michele Monet (Claudine Longet), la bella chica con la que compartió una fiesta realmente inolvidable.

Como las viviendas de arquitectura moderna, o más bien sus parodias estéticas y funcionales en Playtime (1967) y Mon Oncle (1958) de Jacques Tati, la vivienda Clutterbuck de La fiesta inolvidable, está construída en un gran set, en este caso por el diseñador de producción mexicano Fernando Carrere. Como las anteriores, este es un espacio del diseño por el diseño. Como la casa de un amigo de Monsier Hulot en Playtime, donde Hulot y los invitados quedan en vitrina, o la ridícula casa eléctrica de la hermana del mismo Hulot en Mon Oncle, o el restaurante al final de Palytime (donde ocurre una fiesta demencial), la vivienda Clutterbuck es un lugar donde la comedia esta intrínsecamente relacionada a la arquitectura. La disposición de los niveles dentro de la casa Clutterbuck –ligados a través de múltiples puentes, pasarelas y escalones- las trasparencias entre una habitación y otra, los colores intensos (como para perder las retinas) y la materialidad del conjunto, sumados por supuesto a la escasa funcionalidad o lo impráctica que la casa es cuando deja de ser «la casa de revista», aquella de la imagen fija, sino que cuando los invitados la recorren y permanecen en pequeños espacios dentro de ella, componen escenas que nos recuerdan en muchas ocasiones el famoso jardín fragmentado en la vivienda moderna en Mon Oncle de Tati.

Con dos niveles, la casa se divide en su interior en un segundo piso extremadamente tradicional y hermético, donde las habitaciones donde vive la familia (los padres y dos hijos) se suceden sin gracia una junta a otra, comunciadas a través de un horroroso y sobredimensionado pasillo. El segundo nivel se comunica al primero a través de dos escaleras en espiral, una aparentemente de hormigón ubicada en gigantesco lobby de la casa y otra de fierro en el exterior de ella, cerca del jardín interior. El primer piso, aparte de tener la cocina, unas habitaciones de servicio junto a ella, y un comedor para 25 personas, es en general un gran living separado en múltiples niveles, de forma casi laberíntica, donde se suman niveles intermedios para ir de un lugar a otro, sectores con diferentes sillones y cojines, una gran chimenea, y plataformas (pequeñas losas) que aparecen y desaparecen mágicamente con la presión de un botón, que extienden la estancia sobre una piscina que entra desde el jardín hasta el interior de la casa. El agua cumple un rol fundamental dentro de la casa (y de la película), siendo el elemento que cruza, como mencionaba previamente, toda la casa en su primer nivel, desde la puerta de acceso a ella –esta da un espacio pequeño que la separa del resto de la casa a través de una esbelta plataforma bordeada por agua y que la comunica con el living – e incluyendo algunas caídas de agua pequeñas, donde Bakshi ve desaparecer su zapato. El agua aparece también separando de forma drástica algunos lugares dentro de la casa, con caminos precarios, como los de Tati, conformados por bloques geométricos que permiten “caminar” sobre el agua. Eso, si no se está lo suficientemente ebrio para obviarlos.

Vivienda electrónica e “inteligente” como la de Mon Oncle, la casa Clutterbuck aporta comedia además con el absurdo de sus configuraciones eléctricas y pseudo modernas: fuegos falsos controlados a distancia, plataformas que aparecen y desaparecen, un bar que se esconde peligrosamente bajo un mueble, un potente micrófono con parlantes escondidos y un sin número de botones, luces de colores y palancas que se asoman desde una placa metálica. Elementos a los que Edwards y Sellers saben sacarle todo el provecho cómico posible.

Así, Arquitectura y la más exquisita Comedia se unen para configurar un campo de juego perfecto a la actuación impecable de Sellers, que junto a la observadora y paciente dirección de Edwards, construyen una comedia memorable. El director deja la cámara como un invitado más, que disfruta cada una de los incómodos aprietos del otro invitado, el que llegó por equivocación. Manifestación total del temor al ridículo, a ser un inadaptado en el grupo, a no “mezclarse” en un rito social y meditación irónica sobre cual debe ser la respuesta personal frente la mirada de los otros, parece ser la preocupación que va por debajo de las acciones del cada vez más desesperado Bakshi en buena parte de la película. Un temor que es tan absurdo como compartido por una gran mayoría de los seres humanos. ¿Porque quién no ha experimentado ese temor alguna vez?, ¿a la pesadilla en el baño de la casa ajena?, ¿a no encajar con el humor del resto?, a simplemente, “caer” mal y ser recordado por una anécdota vergonzosa. Terreno siempre fértil para el humor, ese del ridículo frente a los otros. En el marco de una fiesta importante Bakshi vive constantemente pendiente de todos menos la cámara, autoconciente de cada uno de sus actos en una fiesta donde se siente ingenua y realmente honrado de haber sido invitado, mientras que el resto de los invitados suponen, equivocadamente, que si Bakshi está allí, es por derecho.

Cambio de vestuario, cambio de actitud.
Como en el Titanic, la banda toca hasta el final.
Fiesta

El caos crece y crece hasta que en la fiesta la regla que domina la última media hora dice: quien no la pasa bien es quien no se suma. Desde el momento que Bakshi “se lanza a la piscina” de forma accidental –y Michele de forma voluntaria y gentil para socorrerlo- él ya no estará sólo nunca más en la fiesta y todos sus temores quedan atrás. Como los de Michele. El resto se una a la divertida pesadilla –con un mozo alcohólico liderando fantásticamente el caos-  y es imposible como espectador no disfrutar y emocionarse con una escena tan maravillosa como la de Bakshi y Michele bailando en camara lenta sobre la espuma que se ha tomado la vivienda. Película que prueba que la delirante fiesta en el pequeño departamente de Holly Golightly (Audrey Hepburn) en Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s) era sólo un pequeño preludio para una obra maestra con una fiesta de larga duración. A veces tu padre tenía la razón.

GALERIA