Una película al día #110: “El Cielo se Equivocó” (1989)

Doña Corinne y sus tres maridos

[ por: Andrés Daly ]

Arrendada en VHS a principios de los 90’s en mi casa –está justo en el límite así que no recuerdo si la vi en Lima o Santiago- y, al igual que con “Novia se Alquila” (1987), tuve que volver a verla la semana pasada, casi veinte años –oh que viejo me sentí al escribir esa cifra- después de la primera vez que la vi, tan sólo para poder recordarla en detalle y comentarla en el último capítulo de EMSB. Pero al contrario de la película del chico que cortaba pasto los siete días de la semana acompañado de su inseparable boina negra y que arrendaba una porrista rubia y consumista para ser popular, acá si que tenemos un cine un poquito más noble. Comedias ligeras ambas, están separadas tanto en su temática como por su contexto: principalmente por las edades y etapas de vida de sus protagonistas; en la primera un adolescente nerd llamado Ronald (Patrick Dempsey) a punto de salir del colegio y en la celestial segunda, un recientemente recibido profesional –el periodista Alex Finch- interpretado por el ya entonces notable Robert Downey Jr., unos pocos años antes de que el actor entrase a su apocalipsis personal.

Nada más ochentero que comenzar la película con un estudio desaparecido, como Orion o TriStar.

Fue notable que en ambas ocasiones en que vi “El Cielo se equivocó” (Chances Are), terminé exactamente con la misma sensación agridulce, extraña y algo triste, cuando el protagonista recibe al final una….¡ah! pero mejor no les cuento eso, no quiero ser ajusticiado por el Santo Tribunal del Spoilereo.

Básicamente, la historia es más o menos la siguiente: Louie Jeffries (Christopher McDonald), un periodista exitoso y extremadamente feliz después de casarse con su media y embarazada naranja Corinne (Cybil Shepard, la ex protagonista de la divertida serie ochentera “Luz de Luna” con Bruce Willis, y que por supuesto vi en TV hasta su último capítulo) muere fulminantemente por cruzar la calle sin mirar para los dos lados, como nos recomendaron y repitieron sabiamente nuestras madres hasta hacer correr sangre fuera de nuestras orejas en la infancia. Así, merecedor a un Darwin Award por bobo, y con el cuerpo retorcido e inmóvil en el pavimento nocturno, el alma del bueno de Louie llega al cielo.

Corinne espera a Louie. Esperará veinte años.
Louie: ahora estas vivo.
Ups. Louie: ahora estás muerto.
I want to go back.

Este es un cielo lleno de hielo seco, chaquetas blancas, colas de recientemente fallecidos (ni en el cielo nos salvamos de hacer cola, maldición) y resplandores blanquecinos. Apurado por volver, un incompetente ángel olvida colocarle una importante inyección en el brazo y regresa al alma de Louie a la Tierra sin este trámite. Veinte años después, un también veintiañero Alex Finch (Robert Downey Jr.) está flirteando en una biblioteca con la guapa Miranda (Mary Stuart Masterson, la chica pseudo lesbiana de Tomates Verdes Fritos). A los pocos minutos de la película y en una extraña coincidencia, Alex conoce de paso a quien se comporta como el padre adoptivo de la chica de la biblioteca, el señor Philip Train (Ryan O’Neal, otrora galán juvenil y al borde de una depresión de las grandes en “Love Story” en 1970) y termina invitado a cenar en la casa de la chica que le gusta.

Miranda (Mary Stuart Masterson) debe 87 dólares en multas.
Alex Finch (Robert Downey Jr.) tiene una idea para ayudarla…
Escena incómoda en el ascensor. Funciona cuando un buen actor como Downey Jr. sabe lo que es la comedia.

La madre de Miranda llega a la casa, que resulta ser la ya mencionada Corinne, y comienza la mejor escena de la película; de pronto Alex cree que se está volviendo loco, viendo en su cabeza a la viuda, ahora veinte años menor, en unos flashbacks de estética tipo softcore: esos sueños llenos de brillos y desenfoques ocasionales, sin contraste y con una imagen casi bañada en leche, ojalá con bordes blancos. Se da cuenta que conoce perfectamente la casa y cada una de las cosas en ella, recupera la memoria y reconoce ser la reencarnación de Louie. Con el enamoramiento de la muy directa Miranda hacia él (que en rigor es su hija, bueno en alma al menos), se producen unas de las tantas escenas incómodas que mueven a esta comedia de cambios de cuerpo, un tema tan repetido como paradigmático del cine de los ochentas.

El tiempo a traves de un árbol crecido…
…y siendo plantado veinte años atras, y claro, a través de ese maldito filtro sobre la imagen.
El complejo de Electra. Mi hija me quiere…demasiado.
Reencuentro entre dos espíritus en cuerpos diferentes.
Cybill Shepard paseándose en sostén cada treinta minutos.
De lo más anacrónico (y estúpido): un diario girando desde la prensa, como Batman de los 60’s o las antiguas películas de Hollywood de los treinta.

Alex se propone volver a conquistar a su ex mujer, mientras ella pasa de la indignación total con lo que supone una personificación, al reconocimiento de su marido fallecido y de paso a una renacida sexualidad (que confiesa abandonada desde que él originalmente muriera, una mujer un tanto drástica) y la conformación de un triángulo amoroso con la declaración más que tardía de Philip, quien fuera el mejor amigo de ambas versiones del protagonista. Porque Philip ha secreta y pusilánimamente vivido su vida en las sombras del difunto y está permanente encantado por Cybil Shepard y su constante despliege en sostén.

Entretenidos cambios de cuerpo y de sentido de los personajes, donde absolutamente todos pasan por distintos roles (por ejemplo el protagonista en relación a su mujer pasa de marido a posible yerno/a amigo de la familia/a marido fantasma/a neo novio veinte años menor/a padre de su hija…entre otros), lo cual hace de esta película de Emile Ardolino (Dirty Dancing) un buen ejercicio de diálogos en situaciones descabelladas y sobre todo, un desafío actoral para Downey Jr., que tiene que pasar de un papel a otro y desencadenar con sus acciones las revelaciones en los otros personajes.

Otro ejemplo de ese Hollywood místico, ochentero, sentimental y obsesionado con el cambio de cuerpos como el de “Sueña un pequeño Sueño” (Dream a Little Dream, 1989) y «Quisiera ser Grande» (Big, 1988).

Cuando el «cambio de cuerpo» (body switch) era furor en los 80’s. Impresionante, pero acá hay doce ejemplos. Culpables: Kathleen Turner, Dudley Moore, Kirk Cameron, Tom Hanks, Corey Feldman, Jason Robards, Judd Nelson, Steve Martin, Lily Tomlin, George Burns, Steve Martin… Padres e hijos, madres e hijas, hombres y mujeres, perros y hombres (sí, esa con Chevy Chase y «Benji»), viejos y jóvenes. Una epidemia. Nótese además que 6 de los afiches tienen fondos blancos y 3 tienen nubes, los diseñadores también están en sincronía.
Un antecedente a los cambios de cuerpo ochenteros: «Freaky Friday» (1976) con Jodie Foster y Barbara Harris. El remake fue con Lindsay Lohan y Jamie Lee Curtis (2003).

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