Dossier Stanley Kubrick: A Clockwork Orange

Necesidades humanas, necesidades políticas

[ por: Micheell Toledo V. ]

Reino Unido, un futuro no muy lejano. Muchos problemas son los que asolan constantemente la tranquilidad y el bienestar de la población británica. Pero el inconveniente principal es el crimen. Calles repletas de escoria, de suciedad y gente que piensa la violencia como una forma adecuada para poder llevar una vida normal. El gobierno central ha fallado en cada uno de los intentos de eliminar de raíz esta gran problemática, pero algunos han llegado a ciertas conclusiones: tal vez la violencia está más allá de lo que se pueda pensar. No está en los genes, no está en la sociedad, está en algo mucho más profundo y escondido que aún el mundo no es capaz de comprender.

La incompetencia de algunos hombres de estado ha llevado a que esta situación se agrave, y por lo tanto, las soluciones prácticas son sumamente necesarias. Es hora de hacer un cambio en el gabinete. Nuevo Ministro del Interior y nuevas reformas, no sólo para intentar apaciguar la violencia en las calles, sino que al mismo tiempo, modificar el sistema penitenciario, que tal como lo es en nuestro presente, el sistema de puerta giratoria no sobresale por sus mejores efectos sociales. Es imperativo para el gobierno solucionar el tema de hacinamiento carcelario, por lo tanto lo que se necesita es crear un método que logre solucionar de manera práctica esta situación, sin importar cómo. Es entonces cuando un grupo de científicos presenta un proyecto. La magnitud de la idea es tal, que no sólo arreglará el problema carcelario, sino que podrá, a su vez, limpiar las calles de los criminales. “Ludovico” es su nombre.

Dentro de este contexto se desarrolla la historia de Alexander DeLarge, un joven que tiene una existencia divertida, relajada y tal vez, justo cómo él la necesita. Asiduo al bar lácteo Korova Milk Bar junto con sus tres droogies, beben leche con ciertos ingredientes que los preparan para un poco de la vieja ultra – violencia. Esa es la necesidad principal que motiva a este grupo en el día a día. La necesidad de ejecutar un estatus de poder con respecto a un entorno débil, desgastado, que ya nada pretende por salir de la triste situación en la que se encuentra. Alex sabe esto y es capaz de exprimir hasta la última gota de la patética existencia de su entorno; y sabe disfrutarlo.

El primer acercamiento en busca de la ultra – violencia se produce en un túnel oscuro, habitado solamente por un borracho vagabundo, quien les pide una moneda para continuar con su vicio. Es este el momento cuando aparecen por primera vez las intenciones de los droogies, quienes comienzan a burlarse del anciano, quien responde bravamente a los jóvenes, diciéndoles que no importa que lo maten, que ya no vale la pena seguir viviendo en este mundo, ya que no es mundo para viejos (tesis que propondrían los hermanos Coen 30 años después). Las falencias del mundo que este anciano habita están por todas partes. Ya no hay un elemento que pueda definir su existencia dentro de un mundo tan hostil, y veremos que con el pasar del tiempo, cuando Alex cumpla su condena, que este vagabundo en nada ha cambiado. Un poco de ultra – violencia entonces para alguien que no está contento con el mundo puede ser la forma más adecuada de ayudarlo y sentir que tal vez aún le queda algo por hacer.

Los procesos de la violencia se vuelven cada vez más extremos. Ya no importa el lugar ni quien sea la víctima, lo importantes es vivir el proceso más que el resultado. Porque sin duda alguna, Alex es un niño, y todo esto es un gran juego para él. Sus amigos insisten (no sólo en la primera parte, sino que también al final) que la maduración debe llegar, y si no se da cuenta que es el momento, entonces simplemente no está apto para vivir lo que se viene. Una vida despreocupada y acelerada lo lleva por los recovecos del placer, de la falta de responsabilidades y de objetivos claros en la vida. Mucho ayuda vivir en un mundo sin ley ni orden, como mencionaba el anciano golpeado. Las víctimas que van dejando en el camino son los predictores necesarios para una venganza kármica, en donde se demuestra lo intrínseco del acto conjunto que requiere un tema como éste.

Y es cuando llegan a “Casa”, en donde la diversión se hace más patente, sin alcanzar a demostrar en plenitud sus consecuencias. A excepción de la casa de relajación, donde de una clásica manera fálica (como en todo el cine de Kubrick), Alex mata a una mujer. Fin del juego, ahora esto es real. Alex había sido advertido por su extravagante “cuidador” de reformatorio. Un día se volvería un asesino y él lo sabía. Alex se encuentra en una encrucijada, tratando de asimilar lo que acaba de hacer, pero sin entender realmente las consecuencias del crimen y de ejecutar la violencia que tanto adoraba, llevándola hacia el límite, hacia la máxima expresión, y tampoco entendiendo a plenitud lo que significaba ser un déspota líder, quien, finalmente, fue traicionado por sus droogies.

Es así, cuando llega la segunda secuencia de la película, en la que vemos a Alex entrando al sistema penitenciario. La institución es ordenada, metódica y fría. En realidad los criminales que están dentro no parecen ser tan peligrosos, ni parecieran ser tantos tampoco. Lo importante de esto es ver, por medio del acercamiento religioso, como Alex descubre la maldad de sus actos y como trata de encontrar la redención por medio de una actitud de buen comportamiento, aunque algo cínico, en donde las fantasías de violencia no acaban, incluso leyendo la Biblia donde se imagina así mismo azotando a Jesús o entre varias mujeres de las historias del viejo libro. Pero fantasear está permitido, es el acto el que no se puede llevar a cabo, pero la imaginación todo lo permite.

Mientras tanto, en las profundidades del gobierno, el Ministro del Interior está apresurado por llevar a cabo el tratamiento “Ludovico”, ya que se acercan las reelecciones y su gobierno no ha hecho nada por limpiar las calles, ni menos por descongestionar el sistema penitenciario. La presión popular y mediática está sobre ellos y necesitas una solución rápida. Es entonces cuando Alex escucha sobre este tratamiento, que se supone te transforma en alguien bueno, y dejas de ser malo para siempre. El cura se ve un poco alejado de la idea, pero el joven Alex va más allá de su habitual astucia para ofrecerse como voluntario para el tratamiento frente al Ministro, quien acepta por sus mediaciones y presiones políticas.

Y la nueva realidad golpea fuertemente a Alex, siendo víctima de un proceso inhumano, enfermizo y horroroso, en donde es atado a una silla, drogado y obligado a visionar, sin siquiera pestañear, videos de violencia. Las drogas surten efecto en su estado de salud, se siente mal y Alex las asocia con las imágenes que ve en la pantalla. Realmente cree que la violencia es mala y es por eso que está sintiendo esos malestares. Lamentablemente, el tratamiento tiene efectos secundarios, y es como amante de la buena música, y en especial de Beethoven. En uno de los videos se escucha la 9na Sinfonía, la que lo condiciona a no poder escucharla más. En este caso, la obra viene a representar el inicio de la contención de la violencia, ya que la música, y en especial la obra de Beethoven, llevan a Alex a un éxtasis inimaginable de energía, y más aún que lo que bebía en el bar lácteo, era la música lo que lo transformaba por completo (es por eso la necesidad de Kubrick de asociar la violencia con momentos de música clásica).

El Ministro se encuentra nervioso porque ha llegado el día de demostrar que el tratamiento ha funcionado. Alex es agredido y humillado por un hombre, pero no es capaz de responder, ya que el condicionamiento físico ha dado resultado. Seguido de esto, una mujer desnuda se aparece frente a él, y es entonces cuando nos damos cuenta que Alex también ha sido condicionado para el sexo. La gente aplaude, el Ministro está orgulloso, el tratamiento aparentemente funciona. Pero el cura se pone de pie indignado, toma al joven del hombre y entabla una discusión muy importante con respecto al tema: ¿dónde está la oportunidad de elección? Alex ha sido condicionado de tal manera que no tiene el derecho a elegir. “Ludovico” entonces no sólo elimina su objetivo, sino que también el poder de decisión que tiene un individuo para guiarse por su ética y moralidad en relación a las circunstancias. Pero eso no es problema del gobierno, quedando en claro cuando el Ministro le responde eso al cura.

Y el sistema, efectivamente, también ha cambiado. El tercer acto de la película lleva a Alex, un joven reformado, a reintegrarse en la sociedad. Pero desde el comienzo es rechazado, incluso por su propia familia. Triste y solitario, sigue su camino pensando en el suicidio, cuando el vagabundo del inicio se acerca a pedirle una moneda y lo reconoce, llevándolo al mismo túnel donde lo golpearon, en el que se encuentran por lo menos 10 vagabundos más. Alex es atacado por estos hombres hasta que llega la policía y detienen todo. La película, a modo de fábula, lleva al extremo su interpretación sobre la falla de este sistema, mostrando que estos dos policías son los ex droogies de Alex que lo traicionaron por su tiranía. Entonces es llevado al campo y torturado, haciéndole ver que ya no es el que manda, y que después de dos años encerrado el mundo es diferente y ha cambiado realmente. Totalmente destruido bajo la lluvia, Alex llega a “Casa” y se encuentra con el hombre al que dejó inválido. El hombre parece no reconocerlo desde un comienzo hasta que el mismo Alex se delata cuando canta “Cantando bajo la lluvia”. Pero antes de esto, Kubrick hace otra alusión a la tesis central de la película, cuando el hombre lisiado habla por teléfono con respecto al tratamiento que ha recibido Alex y que lo ha hecho tan famoso. Él ha perdido la voluntad de elección, y es el primero de una larga lista de personas que perderán la voluntad por completo, sometiéndose al poder del sistema, lo que se plantea como un nuevo totalitarismo.

Alex es atrapado por el anciano y sus amigos. Es encerrado en una habitación y obligado a escuchar la 9na de Beethoven. La sensación de muerte al que se ve sometido gracias al tratamiento se hace insoportable, por lo que el héroe toma la determinación de acabar con su vida. Lamentablemente, no lo logra. En la cama de un hospital, con el cuerpo completamente enyesado, Alex reflexiona sobre su nueva condición mientras que Kubrick nos entrega todas las respuestas. Los padres lo visitan disculpándose porque tal vez ellos también han tenido cierta culpa al respecto. La visita de la psiquiatra, a la que Alex le cuenta el sueño (que simplemente define el nuevo estado de DeLarge) de que alguien le estuvo moviendo el cerebro. Alex ha sido operado y ha vuelto a ser el mismo de antes. Ahora puede maldecir sin sentir malestar alguno. El Ministro se presenta ante él con una gran sonrisa y una conversación amena, dejándolo en claro que ahora los dos se encuentran juntos en esto. El gobierno ha solucionado aquello por lo que han sido criticados y Alex ha vuelto a ser el mismo de antes. Un par de fotografías ante la prensa y una salida con una fantasía bíblico-sexual para entender que hemos vuelto a lo mismo de siempre.

Las instituciones no están preocupadas por los individuos. Los individuos no conocen suficientemente estas instituciones para entender con claridad el funcionamiento en conjunto sobre la población. Las medidas parches no son elementales, y es necesario generar metodologías efectivas para poder destronar el crimen y solucionar el problema de las cárceles. ¿O no será posible? Kubrick nos da la gran respuesta que buscábamos ante esta situación, y al parecer aún somos demasiado ciegos como para poder entenderlo. Las respuestas deben ser integrales. No se puede modificar al individuo sin modificar al sistema. Alex ha pasado de ser victimario a víctima, pero su entorno sigue mostrando los dientes. Él sólo se ha adaptado a su hábitat, su entorno lo ha definido, y ahora se ha transformado en un ser ajeno, no sólo a sus costumbres sino que a sí mismo. La necesidad de volver a ser quien era antes es vital para poder sobrevivir en el mundo externo. Ahora Alex es el emblema del gobierno, de lo bien que ha hecho las cosas, de cómo ha logrado generar un sistema perfecto.

La mierda está por todas partes. Porque las necesidades humanas siempre tienen una necesidad política. ¿O es que Kubrick ha sido demasiado injusto con su visión sobre el sistema? Por lo menos sabemos que las respuestas se encuentran ahí.

*Este artículo es parte del Dossier #2: Stanley Kubrick [ febrero 2011 ]

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