Con una premisa bastante extraña -¿puede el amor ser mas fuerte que la gravedad?- Upside Down (ojo, no confundir con esto) amplifica y reimagina la clásica historia de un amor imposible entre un hombre y una mujer, pertenecientes a mundos opuestos, para hacer totalmente literal esta idea: ellos SON de mundos opuestos. Ambos viven en un particular sistema biplanetario donde un planeta es el cielo del otro.

En un contaminado, ruinoso, pobre e industrial planeta conocido como «el abajo» -prácticamente, un ghetto gigantesco- el cielo es «el arriba»: un pulcro, acaudalado y mega urbanizado planeta con el cual se les esta prohibido tener cualquier tipo de contacto. De todas formas, pasar de un mundo a otro no es tarea facil y el cuerpo delata a quienes lo hagan: la gravedad de un planeta siempre afecta a quienes de ella provienen (?), por lo que si un personaje que pertence al mundo A cruza al B, en el B este se verá tensionado por volver a su planeta. ¿Se entiende?, a este personaje lo veríamos caminando por los techos de las habitaciones, etc. Aunque parece complejo, una de las características del film dirigido por Juan Solanas es que las leyes de estos mundos, una vez expuestas  -y que luego son quebradas por el protagonista- dejarán de ser una preocupación del espectador, que se ve inmerso en los mundos del film.

Upside Down se inscribe, con su espectacular visualidad invertida -que complejizó su rodaje hasta convertirse en uno de esos dolores de cabeza épicos, confesados por su propio guionista y director- dentro de la lista de interesantísimas películas distópicas que nos presentan futuros opresivos (Equilibrium) y controlados (V de Vendetta, 1984), verticalmente polarizados (Metrópolis, Dark City, El Vengador del Futuro) y absurdamente injustos (Brazil), donde las ciudades son personajes en sí mismos. Ciudades que representan a quienes en ellas los habitan.

Ahora, Upside Down podría haber quedado perfectamente intercalada en compañía de tan notables largometrajes, si hubiera equiparado su impresionante e impecable imaginería -verla en pantalla grande es un goce, un espectáculo innegable- con matices que se hubieran sumado a la historia del amor incondicional entre sus protagonistas (¿o será que me estoy poniendo muy viejo?), aprovechando así tan espectacular escenario, uno construido con tanto cuidado.