(Des) clasificando El Resplandor

[ por: Luis Felipe Zúñiga ]

Está más que claro. La foto que cerraba esa horrorífica intriga cinematográfica llamada El Resplandor, de Stanley Kubrick, no hacía más que enredar las cosas. Porque aquella postal que registraba los días de fiesta (¿pretéritos o futuros?) de Jack Torrance en el mismo hotel donde ahora perdía la vida congelado en la intemperie luego de haber intentado asesinar a hachazos a su familia, no concedía más que el beneficio de la duda para quienes creían haber descifrado hasta ese momento qué diablos sucedía en el Overlook.

Pero quedarse pensando sólo en esa instantánea es terreno para principiantes. Al menos, es lo que postula el documental Room 237, próximo a estrenarse en EE.UU. y programado para salir en formato DVD en abril. Debut larga duración del realizador Rodney Ascher (The S from Hell) el registro propone una serie de teorías escondidas detrás del mítico trabajo del respetado cineasta neoyorquino. Elaborado en base a una serie de entrevistas a periodistas, profesores, dramaturgos y hasta teóricos conspirativos seguidores del filme de Kubrick – algunos de un fanatismo que roza la insania –, Room 237 se mueve en torno a tres ejes connotativos que explicarían parte de las múltiples interrogantes detrás de El resplandor.

El primero establece que la película se trataría de una sanguinaria metáfora acerca del genocidio del que fue víctima el pueblo indígena por parte de los colonos europeos cuando ocuparon las tierras norteamericanas; el segundo especula sobre las repetidas alusiones del filme hacia el Holocausto nazi, punto sostenido en la iterada presencia del número 42 a lo largo del metraje (en 1942 se implementó la denominada Solución Final); y en tercer lugar, y quizá el postulado más disparatado de todos, el documental elucubra que Kubrick habría construido a su pinta este clásico del horror psicológico como una suerte de capricho para expurgar la presión luego de haber participado en aquel supuesto montaje cinematográfico que habría sido el aterrizaje del hombre en la luna.

A buenas y primeras, lo que más sorprende de Room 237 es su milimétrico análisis cinematográfico sobre el filme de Kubrick, según el cual cada plano del venerado largometraje justificaría su presencia en pantalla, sin dejar espacio al azar. Genuinamente ensamblado en base a extractos de la cinta en estudio, otras piezas del mismo realizador, clips de películas varias y algunas recreaciones, el filme cuenta con un montaje que podría anotarse como un punto a favor para Ascher, sobre todo a sabiendas de que editó el documental sin el consentimiento del estudio  Warner Bros. (dueño de los derechos de exhibición del filme) ni de la familia del fallecido realizador.

Sin embargo, más allá de aquel virtuosismo técnico que el documentalista maneja, propio de un mundo globalizado donde prima la ambigüedad autoral, Room 237 deja entrever cierta sospecha sobre cuál era la intención primera detrás de esta investigación: ¿rendirle homenaje a uno de los cineastas clave del siglo XX o mirarse el ombligo un rato a la luz de una sucesión de conjeturas extremistas? No queda claro. Lo que sí resta son muchas más dudas. Ya lo había afirmado el propio Kubrick antes de estrenar en 1980: “The future has no cure for the past”.

Nota: 6/10

Room 237 / Trailer: